Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

El espectro solar

Efectos de la radiación solar, Dr Neuberg, Las Cañadas, 1910 Efectos de la radiación solar, Dr Neuberg, Las Cañadas, 1910 Entre ellas, una de las más importantes era la cuestión de las líneas negras en el espectro solar, descubiertas por primera vez por Wollaston y después, de forma totalmente independiente, por Fraunhofer, que las estudió mucho mejor, por lo que se las conoce generalmente por su nombre. Se consideraron al principio como una gran cantidad de meros defectos o porciones perdidas de la luz solar, aunque surgieron las sospechas de que pudieran ser ocasionadas por la absorción de nuestra propia atmósfera.

[…] Dado que el tema merece ser estudiado a través de la práctica y la experimentación, el comparar las observaciones realizadas desde una montaña elevada suprimiendo, al menos en parte, los efectos atmosféricos con las que se efectúen al nivel del mar se convertía en un aspecto de primordial importancia. En tales experimentos es un requisito estándar contar con un “cuarto oscuro” y por ello levantamos las paredes de un “cuarto óptico” y lo techamos con numerosas tablas y lonas.

[…] La luz solar se reflejaba en un espejo que sostenía un hombre situado en el exterior y penetraba dentro del cuarto oscuro a través de una pequeña ranura. A mediodía nunca encontrábamos ninguna diferencia entre el sistema de líneas que percibíamos y las previstas, pero cuando el sol se acercaba al horizonte su número aumentaba de forma extraordinaria, así como su grosor y claridad de definición. Hicimos cuidadosos dibujos, tanto por la mañana como por la tarde, y quedó demostrado con creces, partiendo de las variaciones que se advertían en ciertas líneas y la constancia de otras, que algunas de ellas son producidas por nuestra propia atmósfera, mientras que las causas de otras proviene de medios mucho más distantes y que probablemente dependen de la naturaleza de la luz solar.

Charles Piazzi Smyth, Tenerife: La experiencia de un astrónomo (1858)

Traducción de Emilio Abad Ripoll