Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

El Teide

El Teide es una montaña que se eleva sobre otra montaña. Cuando se entra en el circo por el desfiladero de El Portillo, solamente se ha llegado al pie de esa nueva montaña, es decir, a las partes que le son completamente propias y que la distinguen de las protuberancias que la preceden. […] A partir de El Portillo las faldas del cono presentan una cantidad tan grande de piedra pómez que de lejos la montaña parece estar cubierta de nieve. Las coladas de obsidiana se destacan sobre la piedra pómez como anchas cintas negras que descienden de la cima. […] La piedra pómez ha llenado todas las hendiduras y gritas; por eso en las faldas del cráter no se ve ningún barranco, ningún peñón saliente, ninguna forma brusca y aguda; solo se observa, hacia la base del cono principal, unos pequeños conos de erupción, que tienen un cráter en su cima y están totalmente formados por lapilli negro.

El Teide El Teide […] El malpaís se eleva de una manera tan brusca y rápida que el corto espacio que separa esta parte de la montaña del último cono, llamado Pico o Pan de Azúcar, se puede considerar como una llanura. Desde que se sube un poco la pendiente de este cono se distingue claramente el origen del amplio campo de lava que se bordea desde la Estancia de Abajo. La lava comienza al pie del mismo Pico y ninguna parte de ella procede del punto culminante o gran cráter. Tampoco se observa ninguna huella de un cráter de erupción, que normalmente corresponde a cada colada de lava salida del volcán. En la superficie de la montaña, muy poco inclinada en ese lugar, en el origen de esa corriente y entre los bloques se ven unas grandes grietas, que convergen todas en un punto central que presenta una cavidad mucho más profunda que en la periferia de esas grietas. De ese lugar salió la prodigiosa masa de materias que se extendió a lo lejos, al este y al sudoeste, y que precipitándose por la pendiente del cono se dividió en varios ramales; sin embargo, ninguno alcanza el pie de la montaña.

[…] Todas estas diversas coladas se componen de obsidiana. En el lugar donde la colada se precipitó más velozmente la materia vítrea tiene forma de filamentos finos, trenzados entre sí; a los lados hay gruesas gotas de vidrio. De ellas y de los bloques al pie del Teide se pueden separar y recoger con facilidad gruesos fragmentos de color gris negruzco, transparentes, brillantes, concoides, muy fáciles de romper, y que se podrían tomar por cristales de botella si no hubiera en ellos cristales blancos de feldespato.

Leopold von Buch, Descripción física de las Islas Canarias (1825)

Traducción de José Antonio Delgado Luis