Charles Lyell y Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Diario - 28 de marzo de 1856

Notas sobre una carta a Mr. Th. Wollaston

Albers Albers He comprado el Albers1. He visto que en el prefacio dice que considera el Bulimus decollatus como especie nativa y no recién introducida. Su primer argumento, que se lo encontró en las Azores y Canarias, no vale mucho. El segundo, que existe fósil a 500 pies sobre el nivel del mar en Fuerteventura, es mucho mejor, al menos en lo que concierne a dicho hábitat. ¿Existe cerca de Funchal, en Madeira? Albers sostiene también que la H. lenticula se halla fósil en Madeira y que por tanto no es introducida, y lo mismo respecto a la H. pisana en Porto Santo. En cuanto al último caso me gustaría saber si estaba en superficie o no.

Afirma que de las 22 Pupas de Madeira sólo una es común con Canarias. Si esto último hubiera sido bien investigado sería muy interesante.

Dice que la H. erubescens pauperenta y la H. membranacea son comunes a las Azores y Madeira. ¿Habla esto a favor de una anterior unión, si es correcto, aunque haya más o menos comercio entre Azores y Madeira, ambas portuguesas?

[...] Las estadísticas corregidas dependen tanto de lo anterior que no tengo reparos en razonar y especular sobre ellas, pero no debo extenderme sobre el asunto en mi artículo sobre los volcanes de Madeira, en el que hay tantos temas a debate que estoy pensando qué dejar fuera, para no presentar una memoria excesivamente larga ante la Royal Society. Aludiré brevemente a los fósiles y en otro artículo ya me ocuparé de ellos en su totalidad y de la distribución de las especies recientes, según tus indagaciones y las de Lowe.

Considero el tiempo indicado para la extinción de la H. loweii y la H. bowdichtiana, y de algunos otros especímenes más indudables, como vasto, en referencia a nuestra noción histórica de tiempo, pero perteneciente a un período que si se expresa mediante figuras puede imaginarse. Aun vasto como ha sido, e incluyendo grandes cambios en la geografía física, pertenece a los tiempos en que las erupciones volcánicas habían cesado, salvo quizás algunas de las últimas, como la de lava que fluyó a lo largo del Valle de San Vicente hasta su final.

Dado que la extinción de especies desde que se formaron los fósiles es muy pequeña y la llegada de nuevas especies es, sin duda, igualmente pequeña, el período citado comprende una mera fracción de una época geológica. Supongamos que 3 o 4 de las especies que ahora habitan en Madeira se extinguieran, pero como llegarían muchas nuevas eso no alteraría materialmente la relación de las faunas de Madeira y Porto Santo, aunque (asumiendo que la intervención humana fuera nula) la introducción de nuevas especies causaría que ambas faunas difirieran entre sí más que antes.

Hélices de Madeira (Albers, 1854) Hélices de Madeira (Albers, 1854)

Pienso, además, a partir de los números que tenemos ahora, que si 8 especies se extinguieron en las dos islas mayores y 8 nuevas llegaron en su lugar, pongamos que 5 en Madeira y 3 en Porto Santo, esto solo produciría la diferencia que encontramos actualmente entre el estado de las conchas tal como fue antiguamente y como es ahora.

Si las especies tienen un único lugar de origen la divergencia se iría incrementando, siempre que asumamos que no puede darse ningún intercambio por migración entre Madeira y Porto Santo. Y creo que tú supones que eso no es posible en el caso de las conchas terrestres. Sus faunas fósiles tienen alrededor del 12% en común y las recientes cerca de un 11%. La diferencia es la que debería ser y en la cantidad que debería ser.

Si tuviéramos una gran cantidad de hélices en el estrato foliado de San Jorge encontraríamos, sin duda, una proporción mucho mayor de especies extintas y yo esperaría que una formación de la misma época en Porto Santo nos diera hélices más acordes con las de San Jorge que la concordancia que se da entre los fósiles de Caniçal y los de La Bella, Porto Santo.

Si la concordancia de estos últimos grupos de conchas fósiles excediera la proporción observable entre las conchas vivas de Madeira y Porto Santo tanto como parecía según nuestros primeros cálculos eso me dejaría perplejo.

Encontré Helices bajo la lava en Tenerife. Si alguno de los antiguos suelos o tobas de Madeira nos los pudiera suministrar, y también algunos depósitos calcáreos de Porto Santo, eso arrojaría un rayo de luz sobre el tema.


  1. Malacographia Maderensis, de Johann Christian Albers, Berlín, 1854.