Fundación Canaria Orotava
de Historia de la Ciencia

Encuentro Humboldt y La Graciosa - Un relato de Agapito De Cruz

Agapito De Cruz cuenta en estas páginas su experiencia en el Encuentro Humboldt y La Graciosa, celebrado entre el 14 y el 16 de junio de 2019 en la octava isla, en una mezcla de relato histórico-fantástico y de vivencia personal.

Una interesante y divertida lectura de verano.

Puedes bajártelo aquí en formato PDF si te resulta más cómodo de leer:

ENCUENTRO HUMBOLDT Y LA GRACIOSA

Junio de 2019

La “Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia”, FUNDORO (http://www.fundacionorotava.es), con su director Miguel Ángel González Expósito, y bajo el patrocinio del Cabildo Insular de Lanzarote, el Ayuntamiento de Teguise, la Consejería de Turismo, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias y el Organismo Autónomo de Parques Nacionales, organizó el 14, 15 y 16 de junio de 2019 este encuentro. El objetivo, poner en valor el hecho de que hace 220 años, Humboldt y Bonpland desembarcaron en La Graciosa, pisando por vez primera Canarias en su viaje, tras recalar luego en Tenerife, hacia América. La institución científica no sólo situaba con ello a La Graciosa en el mapa de la Ilustración y del cosmos de la biogeografía de Humboldt, visibilizándola cara al mundo, sino que rompía moldes sobre cómo organizar eventos científicos, al colocar la historia de la ciencia no solo en la reflexión y la comunicación, sino también en el marco de lo didáctico, lo lúdico y la experimentación de la naturaleza. Lejos, como suele suceder en este tipo de reuniones, de la liturgia teórica de los especialistas del sector.

DIARIO DE A BORDO

17 de junio. Poblado de Pedro Barba, La Graciosa.

La mañana del 17 de junio de 1799, desembarcaban en La Graciosa (Islas Canarias)

quienes terminarían siendo dos gigantes de la ciencia: Alexander Von Humboldt y Aimé Bonpland. Era un día soleado, y la chalana que los acababa de acercar a tierra llevaba además del marino, al militar Emanuel Baruti, mientras D. Juan Manuel del Castillo y de las Cagigas, capitán de la Pizarro, permanecía en la fragata española que los había traído desde el puerto de La Coruña, tras partir de allí el 6 de junio y arribar a las islas el 16 del mismo mes. Nada más saltar a tierra, las cartas de navegación portuguesas les situaban en Lanzarote, lo que encendió las iras de Baruti, cuando unos pescadores les aseguraron que aquello era La Graciosa, a la sazón la Octava Isla, considerada así desde el año 2019, 220 años después, y que las aguas tranquilas por las que se había adentrado la Pizarro tras sortear el Archipiélago Chinijo, no constituían ninguna bahía, sino El Río, que separaba esta isla de la de Lanzarote. De hecho, con los impresionantes acantilados del Risco de Famara en uno de sus lados y la Montaña Amarilla en el otro, había sido frecuentado a menudo por griegos, fenicios, romanos, genoveses, mallorquines, franceses, holandeses, turcos, argelinos y piratas ingleses, atraídos por las Islas Afortunadas. Todos recalaban aquí, bien para reparar y calafatear las embarcaciones, para hacer contrabando, practicar la piratería, o simplemente con el fin de protegerse de los temporales, ocultarse o proveerse de agua en los manantiales de los riscos:

-De ellos nos quedan nombres como la playa Franceses, o el inmenso callao que hay en los fondos marinos, producto de arrojar los contrabandistas lastre al mar antes de cargar nuevas mercancías –respondió uno de los pescadores con el que consiguieron entablar conversación, no sin antes haber huido despavorido-.

-Tomen este saco lleno de viejitas que acabamos de pescar – añadió, con ese deje canario que mostraba a las claras la hospitalidad propia de los isleños-. Alexander les regaló unos anteojos como muestra de amistad y junto con Bonpland comenzaron a investigar aquella isla, la primera tierra que pisaba emocionado tras abandonar la vieja Europa: temperatura, recogida de plantas y algas marinas, colores de las arenas, observación de su geología, etc. Dejaban constancia de todo según horario de París, hora del reloj que portaban fabricado por F. Berthoud y que conservaba la hora del observatorio de partida, lo que al compararla con la hora del barco, permitía calcular la longitud geográfica. Permanecieron justo lo suficiente hasta que, preguntando sobre si había barcos ingleses en las Islas dado que en esa época España e Inglaterra estaban en guerra, se enteraron por los lugareños, que ya los ingleses se habían ido: -“Cuentan que su Almirante se fue de Tenerife incluso sin un brazo” añadió riéndose el otro pescador, dejando ya a un lado su timidez.

Antes de regresar a la fragata para poner rumbo a Tenerife, la capital entonces de las Canarias, y donde residía el poder político y militar del Imperio Hispánico en el Archipiélago, saludaron a unas ochenta personas que los observaban desde la costa y que celebraban un congreso científico con su nombre en el lugar, organizado por la “Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia”. Conversaron con Miguel Ángel González Expósito, director de esta fundación científica, así como su equipo: Ana María Delgado Marante, Secretaria del Patronato, Alberto Relancio Menéndez, Coordinador de Didáctica y Divulgación y al que le molestaba en los ojos la deslumbrante claridad del océano produciéndole sombras, Carlos Martín Collantes, Coordinador de Actividades Académicas y Mila Ruiz Pacheco, experta en un arte o ciencia que él ignoraba, la Informática y el diseño. Precisamente inauguró con ellos y toda aquella multitud que le observaba, unas “mesas interpretativas” realizadas por esta última, donde se exponían sus investigaciones en La Graciosa, así como las cartas de navegación y la derrota seguida entre los islotes de Montaña Clara, Alegranza, Roque del Este y Roque del Oeste:

-Á ce dernier nous l´appelions á cette époque Rocher de l´Enfer –dijo Bonpland, de un salto siempre muy sonriente- Et nous avons presque échoué sur lui- añadió.

-Du kennts meine Geschichte ganz gut – añadió Alexander mirando de reojo a Mila Ruiz Pacheco, tras escudriñar ambas mesas interpretativas, lo que provocó un aplauso generalizado, una vez que el capitán tradujo sus palabras.

Aurelio Centellas Bodas, del Organismo Autónomo de Parques Nacionales (OAPN) y Director del Centro Isla de La Graciosa

agradeció la presencia en la isla de tan ilustres visitantes mientras que Miguel Ángel González, informaba a todos de que “nuestra intención al diseñar estas mesas interpretativas no es otra que dejar "in situ" constancia visual del desembarco de Humboldt para que cualquier visitante tenga presente el episodio histórico que tuvo lugar aquí. Deben saber que los textos que aparecen en las mesas están extraídos de su diario.” Humboldt y Bonpland, tras agradecer todas estas atenciones y reconocimientos, se fotografiaron con los participantes, algo expectantes eso sí, pues la fotografía era también desconocida para ellos. El primero había tomado muestras de lo que veían dibujándolo luego en su cuaderno. De hecho, les mostró un mato que habían recolectado allí mismo, la “Salsola divaricata” y uno de sus dibujos la “Fucus vitifolius”, mientras observaba, estático sobre la arena, un pájaro endémico, el “Ostrero canario”, cuyo ejemplar último había sido abatido en 1913 –muchos años después o muchos años antes, dependiendo de la relación espacio tiempo en que se sitúe el lector-, a manos del ornitólogo David Bannerman.

Al final se despidieron de todos, no sin antes recorrer el poblado de Pedro Barba y expresar que tanto esta población como la que se divisaba a lo lejos y que los presentes denominaban Caleta de Sebo, no existía cuando atracó por primera vez allí, sino que la isla estaba deshabitada, fuera de algunos pescadores y gente de Lanzarote cuidando ganado. Antes de regresar a la fragata acompañados ahora de Carlos Belda y el grupo “Actúa” de Lanzarote, los cuales los habían traído hasta nuestros días, recogieron de manos de un tal Carlos Silva, a la sazón ilustre naturalista de la época, unas postales que prometieron remitirían firmadas con el paso del tiempo.

16 de junio. Océano Atlántico. Longitud Occidental 16º 40’ y Latitud Boreal 29º 18’ (“Viaje a las regiones equinocciales” de A. Von Humboldt)

Con Humboldt y Bonpland camino de Tenerife, FUNDORO decidió desandar lo andado,

retroceder desde el siglo XXI hasta finales del XVIII y realizar de nuevo la travesía seguida por ambos pioneros de la biología y la geografía modernas por el Archipiélago Chinijo. Juan Antonio García Cruz, buen conocedor de la cartografía histórica del archipiélago canario, nacido en Sidi Ifni y Doctor en Ciencias por la Universidad de La Laguna, expuso en el Salón Parroquial de Caleta de Sebo y ante los expedicionarios que habían recibido a los famosos navegantes, una conferencia bajo el título “Humboldt y la Cartografía”, un resumen de la documentación, cartas náuticas, instrumentos de navegación, métodos para calcular las horas en los navíos o la longitud mediante el eclipse luna o por los satélites de Júpiter, por no hablar de los sofisticados métodos para cuadrar aquella longitud o latitud en pleno océano, debido a que Inglaterra se guiaba por el Meridiano de Greenwich y Europa por el de París. Ello pobló su discurso de un maremágnum de mapas, cálculos marinos y diarios de a bordo a veces difíciles de comprender y que repetía una y otra vez porque sin entenderlos era imposible navegar por aquellas procelosas aguas. Como conclusión espetó: “Y ahora, a navegar”.

El catamarán de Líneas Romero enfiló por El Río hacia Montaña Amarilla dejando a barlovento, por donde soplaba el viento, las playas del Salado y de los Franceses en La Graciosa, y a Sotavento los impresionantes Riscos de Famara, estos en Lanzarote. La playa La Cocina, bajo Montaña Amarilla, en el Sur de La Graciosa y una vez bordeábamos la isla, es de una belleza tal, que no se han encontrado aún calificativos para definirla. En el juego de cartas náuticas y líneas de latitudes y longitudes que solo un experto podía desentrañar, Juan Antonio García indicó a la nave las coordenadas exactas a seguir tal y como hiciera Humboldt hace más de dos siglos. Nos dirigimos así hacia Montaña Clara donde entró en acción Ginés Díaz Pallarés, un paleoecólogo de excepción, alma viva del Archipiélago Chinijo y buen conocedor de los islotes. Me cogió del brazo para señalarme la impresionante pared del volcán de Montaña Clara, la cual a causa de un desprendimiento, había dejado visible su chimenea, su cráter y su cámara magmática, como si el volcán hubiese sido cortado a cuchillo por su mitad, quedando al descubierto su interior cara al océano, mientras multitud de pardelas y gaviotas revoloteaban sobre aquellos riscos buscando sus nidos.

Los vientos soplaban cada vez más fuertes y al situarnos entre esta isla y el Roque del Oeste, el científico precisó que por allí había transcurrido la derrota de la fragata Pizarro antes de arribar a La Graciosa, como así reflejaban los diarios de a bordo. El Roque del Oeste, como ya apuntó Bonpland, también es llamado del Infierno y no precisa explicación alguna del porqué. Tras dejar el Roque del Oeste a nuestra izquierda y Montaña Clara a la derecha, apareció hacia el norte Alegranza. La navegación continuó el camino seguido por Humboldt, así que giramos en dirección Norte/Noreste para buscar de nuevo la costa norte de La Graciosa, mientras amainaban los vientos y el catamarán enfocaba El Río tras la playa del Ámbar. 15 de junio. La Graciosa, un museo del Paleolítico

Arnoldo Santos Guerra es Doctor en Biología, además de un botánico de talla internacional

y durante muchos años Director científico del Jardín de Aclimatación de Plantas de La Orotava, el Jardín Botánico. Con él se hizo un recorrido didáctico por la playa de los Franceses, la de La Cocina y Montaña Amarilla, observando hábitats y comunidades de plantas, dunas, terrenos pedregosos y paleosuelos: La luz es inmensa en este lugar. Las aproximadamente setenta personas que seguíamos en vivo las explicaciones del científico, pasábamos de las dunas móviles con la lechetrezna (Euphorbia paralias), los junquillos (Cyperus capitatus), la vinagreta (Cakile maritima) y treinta nudos (Polygonum maritimum), a las dunas fijas o semifijas con su lechuga de mar o servilleta (Astydamia latifolia), el balancón (Traganum moquini), la uvilla (Tetraena fontanesii), el saladillo (Polycarpaea nivea) o el armuelle o yerba salada (Atriplex halimus). Seguían los suelos consolidados con matorrales dominados por diez o doce matos diferentes, entre otros la “Salsola divaricata”, recolectada por Humboldt y Bonpland. Más adelante terrenos más pedregosos con presencia de la tabaiba dulce, comunidades nitrófilas como la barrilla y, entre otras muchas plantas, la camellera (Helliotroipu bacciferum), la estrella de mar (Plantago coronopus) o el moco guirre (Mairetis microsperma).

Visibles a la perfección los sustratos arenosos con hongos o comunidades liquénicas en roquedos basálticos con gran diversidad de especies como las llamativas “Coloplaca gomerana” o “Xantoria resendei” de coloración anaranjada. Respecto a la fauna, muchas aves de litoral: correlimos, zarapitos, chorlitejos, garzas, así como de interior tal que el correcaminos o bisbita caminero, alcaudón, halcones, avutarda y más raramente águila pescadora y guirre. Entre los reptiles vimos el lagarto (Gallotia atlantica) y un perenquén (Tarentola agustimentalis), siendo la musaraña endémica (Crocidura canariensis) el único mamífero nativo.

Llamaban mucho la atención unos extraordinarios paleosuelos, con abundante fauna fósil o semifósil a base de moluscos terrestres y celdillas de heminópteros y coleópteros: -“La Graciosa es un museo del Paleolítico”, terminó diciendo Arnoldo Santos.

El regreso pasaba de nuevo por playa de los Franceses y la caminata hacia esa playa de playas que, por su belleza parece haber dado nombre a todas las demás y que es la playa de Las Conchas, al otro lado de la isla, por no hablar de ese juguete subtropical que es playa Conejos. 14 de junio. Regreso al pasado.

Lo anunció Rafael Juan González Robayna, Consejero de la Biosfera del Cabildo de Lanzarote,

tras dar la bienvenida el director de FUNDORO, Miguel Ángel González Expósito. Agustín Guimerá Ravina Doctor en Historia e investigador del CSIC recreó el contexto de ese tiempo en el que Humboldt, sin saberlo, había desembarcado en la isla graciosera, abundando en detalles y con un lenguaje ameno que invitaba a adentrarse en aquel fin de siglo XVIII a mitad de camino entre las luces y el amor por la naturaleza. En aquel momento histórico en que una fragata apareciera avanzando por el canal dejando atrás los islotes. Era el principio de todo, ambientado por una excelente exposición: “Humboldt y La Graciosa”, diseñada, como no podía ser menos, por Mila Ruiz Pacheco. La primera parte de la exposición relata el viaje en la fragata Pizarro, su desembarco en La Graciosa y algunos textos literarios e historia de esta. La segunda, la derrota marítima seguida basándose en las cartas náuticas que utilizaron y en el diario de Humboldt, recopilando el entorno botánico, zoológico y geológico que este pudo encontrarse en La Graciosa en 1799. Todo ello basado en sus Diarios que, habiendo permanecido en manos privadas, se expusieron al público por vez primera en 2014.

El trabajo estaba hecho pero el viaje acababa de empezar, con la implicación, todo hay que decirlo, de más colaboradores como: Joaquín Fernández Pérez, Doctor en Biología y Catedrático de Biología Celular de la Universidad Complutense de Madrid, el notario Marcos Guimerá Ravina o Luis C. Arráez Guadalupe del Cabildo de Lanzarote, así como el apoyo de la Reserva Marina y la Cofradía de Pescadores de La Graciosa. El músico y folclorista Benito Cabrera, añadiría más magia a la luna la última noche, mientras Humberto Mesa y Luis García, dejarían para la posteridad, memoria viva de este encuentro entre siglos.

Decía el paleontólogo francés Pierre Theilhard de Chardin, que la magnitud de las grandes obras estaba en la timidez de los primeros pasos. La gran obra a caballo de la Ilustración y el Romanticismo que iniciara en la biología y la geografía planetarias Alexander Von Humboldt, comenzó en la isla más pequeña de Canarias, la que con el tiempo sería nombrada como la Octava de ellas, La Graciosa. Si alguna vez vas allí, pasa por el poblado de Pedro Barba, observa las mesas interpretativas que como recuerdo de este momento histórico dejó junto al muelle FUNDORO, y recuerda que entre su clima, su biología y su geología, comenzó hace 220 años la aventura de esta parte de la historia de la ciencia.

AGAPITO DE CRUZ FRANCO

P.D. Este trabajo está hecho siguiendo la dirección contraria de las agujas del reloj, y viajando desde 1799 a 2019. Por eso el principio es el final y el final, el comienzo. Puede leerse de atrás hacia adelante o de adelante hacia atrás, según el siglo al que pertenezcas.