Apunte1 de Hermenegildo Delgado Reyes a propósito del libro St. Paul, ou la fondation de l’ Universalisme2, de Alain Badiou, Dedicado especialmente a D. José Montesinos Sirera, compañero, compatriota y hermano en afanes paulinos; así como a los demás compañeros de la Fundoro Con el mejor deseo, para todos como para mí, de una verdadera consurrección pascual con Cristo (Colos:3.1). La Orotava, Lunes Santo (23-III) de 20163
No voy yo a negar que fue S. Pablo quien tomó sobre sí con ardor y constancia la difusión por todo el mundo gentil4 del mensaje salvífico universal del Mesías judío; lo que él mismo llama evangelio del prepucio, cuando lo contrapone al apostolado de la circuncisión, encomen-dado a S.Pedro (Gál: 2.7). Pero sin duda el título del Sr. Badiou puede inducir a error, porque en su ambigüedad parece erigir a S. Pablo en fundador del universalismo cristiano que tanto empeño puso en propagar, como si Jesús, o la secular esperanza mesiánica no hubieran significado nada al respecto, y eso puede implicar una recaída en los postulados de Ferdinand Christian Baur y su escuela crítica de Tubinga, que en los iniciales titubeos del Colegio apostólico de Jerusalén ante la conversión del mundo pagano, y en la escisión corintia de que se queja S. Pablo (1ªCor:1.12) quiso ver el antagonismo de una iglesia petrina judaizante y otra paulina y universalista, como tesis y antítesis que se habrían superado al fundirse en la Iglesia de S. Pedro en Roma5.
Comenzó a predicar apenas convertido. Al principio predicó él solo en Arabia y el mismo Damasco, y luego con uno o más de los 12 compañeros que se nombran en los Hechos o en las Cartas (Aristarco, Bernabé, Demas, Cayo, Lucas, Segundo, Silas, Sópatro, Timoteo, Tíquico y Trófimo); desde que Bernabé, que en Jerusalén lo había conocido, protegido y enviado a Tarso, lo reclamó para la comunidad de Antioquía de Siria {Antakia}. Durante unos 30 años (sin descontar los que pasó en prisión, donde también evangelizaba), siempre urgido por el ¡ay de mí, si no predicara el evangelio! (1ªCor: 9.16) realizó 4 largos viajes apostólicos, recorriendo miles de kilómetros en vueltas y revueltas por lo que hoy son Isralel, Líbano, Siria, Turquía, Grecia y Albania, soportando todas las incomodidades y arrostrando todos los peligros que él mismo resume: En cualquier cosa en que alguien presumiere también presumo yo ¿Que son hebreos? También yo lo soy ¿Que son israelitas? ¡También yo! ¿Son descendientes de Abraham ?¡También yo! ¿Ministros de Cristo? (¡Digo una locura!) ¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué: un día y una noche pasé náufrago en el mar. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga: noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las iglesias ¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase? (2ª Cor: 11.21-29). Resulta notable que no asocie la sed con el ciego sol de Grecia, que bien hubiera merecido las pinceladas del ‘polvo, sudor y hierro’, en que nuestro Machado resume la cabalgada del Cid. Los 3 primeros viajes, con sus variadas circunstancias, se relatan en los Hechos de los Apóstoles a partir del Capítulo 13; el 4º se reconstruye a partir de sus últimas cartas.
En el 1º [años 45-49] fue con Bernabé por Chipre y Panfilia a la Galacia del Sur: Pisidia (Antioquía {Eğirdir}), y Licaonia: Derbe, Listra e Iconio {Kerti Höyük, Hatun saray y Konya}. Bajando a Perge y Atalia {Antalya} regresa por mar a Antioquía.
El 2º [años 50-52] lo emprendió poco después con Silas: se proponía atravesar Anatolia de Sur a Norte, en dirección a Bitinia, pero una enfermedad lo obligó a quedarse entre los Gálatas (Gál: 4.12ss) del Norte (en Ancira {Ankara} o Pesinunte {Bala hisar, al Sur de Sivri hisar}, la ciudad de Cibeles, la de los cultos orgiásticos), de allí se dirigió al Oeste y en Troya {Truva} embarcó para la Grecia europea: recaló en Neápolis [Kavala] y pudo evangelizar Macedonia (Filipos {Krinides}, Tesalónica, Berea) {Veria} y Acaya (Atenas y Corinto [de aquí escribió las cartas a los Tesalonicenses]). De Corinto regresó a Antioquía por Éfeso, Cesarea, y Jerusalén.
En el 3º [años 53-58] se dirigió con Timoteo a Éfeso {Selçük} (la ciudad de Artemisa) por Galacia y Frigia, Parte de los años que estuvo allí la pasó encarcelado [en libertad escribió a los Gálatas y la 1ª a los Corintios, y en prisión a los Filipenses y Colosenses, y a Filemón]; hizo un viaje de ida y vuelta a Corinto, alentó la fundación de iglesias en varias ciudades por toda la provincia de Asia: su discípulo Epafrás evangelizó en las del valle del Lico {cercanas a Denizli y Pamuk kale} Colosas y Hierápolis {hoy destruidas} y Laodicea {Eski hisar}; Lidia, la conversa de Filipos, se encargó de Tiatira {Ak hisar}, y otros de las de Esmirna, Pérgamo, Filadelfia y Sardes {Izmir, Bergama, Alashesir y Sart}. Acabó teniendo que huir, porque los plateros se amotinaron en su contra, al entender que las nuevas creencias arruinaban su quincallería devocional (estatuillas, amuletos o exvotos de Artemisa); entonces decidió volver a Macedonia [de donde escribió la 2ª a los Corintios], y seguir hasta Iliria (que puede ser hasta Lychnidos {Ohrid}, en la frontera de Macedonia con Albania}, o bien hasta Epídamno {Dyrrachium Durazzo} en la costa albanesa), de donde por fin llegó de nuevo a Corinto [y de allí escribió su Carta a los Romanos]. Cuando intentaba embarcar para Jerusalén, para celebrar allá el Pentecostés, una emboscada de los judíos le obligó a escapar por tierra hasta Macedonia para embarcar por Neápolis a Troya. De Troya a Asson {Bahram kale}, frente a Lesbos, quiso ir andando, mientras sus compañeros lo seguían por mar; y tras recogerlo siguieron desgranando escalas: Mitilene de Lesbos, Quíos, Samos, Trogilio (promontorio al Sur de Éfeso), y Mileto. Allí se despidió con lágrimas de los presbíteros efesinos, coronando su discurso con una frase de Jesús (no recogida en los Evangelios): Mayor felicidad hay en dar que en recibir (Hechos: 20.35); y compartiendo con ellos sus tristes previsiones: Sé que en cada ciudad el Espírtu Santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones (Ibid. 20.23);siguieron por Cos y Rodas hasta Pátara {Megiste, cerca de Kaş}, y consiguieron un barco para Tiro {Sur}, de donde insistió en ir a Jerusalén, por Ptolemaida {Akko} y Cesarea, pese a las advertencias de un profeta de que allí iba a ser apresado. Y de hecho lo fue en el templo, acusado por los judíos de profanarlo. Tras dos años encarcelado en Cesarea [años 59-60] fue enviado a Roma, en un accidentado viaje por Creta y Malta, como prisionero del Cesar [años 61-63: Carta conjunta a las Iglesias de Asia (Efesios, Laodiceos, etc)]. Entre los años 64 y 67 gozó de libertad, y emprendió un 4º viaje apostólico: por los lugares que cita en sus cartas a Tito y a Timoteo, se deduce que estuvo en Macedonia [Cartas a Tito y 1ª a Timoteo], Éfeso, Mileto y Creta, y que proyectaba llegar hasta Nicópolis {Preveza}, en el Epiro; por la 1ª de S. Clemente a los Corintios en la que menciona su viaje a los confines de Occidente, se quiere inferir que por fin vio cumplido su deseo de venir a España (Rom: 15.24). En todo caso el año 65 estaba de nuevo preso en Roma [años 65-67], donde fue condenado a muerte y decapitado. En su despedida a Timoteo (2ª Tim: 2.5-8) se muestra alegre y satisfecho: Ya estoy a punto para ser ofrecido en libación; el tiempo de mi partida está muy cerca. He combatido un buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe. Solo me falta recibir la corona merecida, que en el último día me dará el Señor, justo juez; y no solo a mí, sino a cuantos aguardan con amor su venida. Era la muerte que deseaba: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia (Philip: 1.23). Debía de frisar en los 70 años, ya que S. Lucas (Hechos: 7.58) lo considera un muchacho (νεανίας =adolescens) cuando el martirio de S. Esteban [año 36] y él mismo, 20 o 30 años después, se declara anciano (πρεσβύτης = senex), cuando escribe a Filemón (Fil: 9) desde la cárcel.
Así lo propuso en su ensayo de 1841 Die Christuspartei in der Korintischen Gemeinde, der Gegensatz des paulinischen und petrinischen in der ältesten Kirche den Apostel Petrus in Rom. Baur (1792-1860) había comenzado en Tubinga los estudios teológicos para pastor luterano, y seguido los de Historia de la Religión; fue nombrado profesor de Historia de la Iglesia y de los dogmas. Muy influido por Schleiermacher y Scheling, perteneció al llamado ‘centro hegeliano’. En 1841 publicó el citado ensayo. Y luego, entre otros libros Paulus, der Apostel Jesu Christi, [1945] y la 1ª parte de una Historia del Cristianismo: Das Christentum und die christliche Kirche der drei ersten Jahrhunderte [1853]. Él encabezó la llamada Tübinger Schule, crítica con la tradición y que sometía los textos a una reconstrucción a priori, según el método hegeliano. Según él, por ejemplo, de las dos fuentes de los Sinópticos que Schleiermacher acababa de postular en 1832, el Mateo arameo sería un escrito petrino judeocristiano, el de Lucas uno paulino o antipetrino, influido por el de Marción, y el de Marcos, así como los Hechos de los Apóstoles, un intento de síntesis entre ambos, mientras que el de Juan sería una síntesis de esta síntesis sinóptica con las creencias gnósticas. Entre sus amigos se contaría Albrecht Ritschl, fundador a su vez de la Escuela de Gotinga; y entre sus alumnos David Strauss, Keim, Volkmar, Hilgenfeld, Holsten, y Bruno Bauer, que niega la existencia de Jesucristo: Todos ellos escribieron Vidas de Jesús – fue muy famosa la de Strauss: Das Leben Jesu, kritisch bearbeitet [1835]- o comentarios, Einleitungen, Erklärungen sobre el Nuevo Testamento: en éste aceptan las 4 Epístolas mayores de S. Pablo, pero atribuyen el resto a autores del Siglo II. Su método exegético fue pronto superado por la Zweiquellentheorie (sugerida por Schleiermacher y sistematizada entre otros por Wilke, Weise y Holzmann) y la Formgeschichte (de K.L. Schmitt, M.Dibelius y R. K. Bultmann), que se apoyan en la tradición y adelantan las fechas de composición. Concretamente Adolfo Harnack se decidió por una vuelta a la tradición (zurück zur Tradition), reivindicó para S. Lucas el evangelista la autoría de los Hechos en sus obras Lukas der Arzt y Geschichte der altchristliche Literatur. Cree, no obstante que las frases universalistas (catolizantes) de Jesús son interpolaciones, y afirma que la fundación de un reino universal no entró en sus planes, por más apto que su mensaje fuese para serlo.
Es cierto que aún varios años después de la resurrección de Cristo todos los apóstoles, incluidos Pedro y Pablo, hasta que fueron avisados por revelación, seguían sin saber cuándo o cómo tenían que lanzarse a cumplir el mandato de Jesús resucitado de proclamar la Buena nueva a toda la creación (Marc: 16.15); de predicar en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén (Luc: 24.48); puesto que al contar Pedro la visión en que Dios le había avisado de ’no tener por impuro lo que Dios ha puri-ficado’, a propósito de Cornelio se quedaron asombrados y glorificaron a Dios diciendo ’Así pues, también a los gentiles les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida’ (Hechos: 11.1-19).
El titubeo era comprensible, porque Jesús no sólo había cumplido estrictamente la Ley, y hablado de comenzar por Jerusalén, sino que años antes había dicho que su misión se restringía a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mat: 15. 24) y que aún antes, en su misión a los apóstoles, les había aconsejado no ir por el camino de los gentiles, ni entrar en la ciudad de los samaritanos, sino dirigirse, más bien, a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mat: 10.5).
Pero con o sin titubeos sobre el cómo y cuándo, ni los apóstoles, ni nadie que ahora lea con atención los Evangelios, puede dudar de que el mensaje de Jesús, además de ser virtualmente universal, sino de que Jesús, en su predicación, le había dado este carácter; y que tal era también el Reino que, ya en el Antiguo Testamento, desde la edad patriarcal hasta Moisés y los profetas, se preveía para el Mesías que ellos mismos y otros personajes del Nuevo reconocían en Jesús.
Así se insiste en las ‘parábolas del Reino de los cielos’6, que insisten en su capacidad de expansión o en su diversidad: las del sembrador en sus diferentes terrenos y rendimientos crecientes, la buena semilla y la cizaña, cuyo campo es el mundo; del grano de mostaza que cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen a anidar en sus ramas; de la levadura, que fermenta toda la masa; de la red, que recoge peces de todas clases, de los obreros llamados a la viña a distintas horas, de las bodas reales, donde se hace entrar a cuantos se encuentren (Mat:13. 4 y 18, 24, 31, 33, 47; 20.1 y 22.2).
La palabra βασιλεία = regnum ‘reino’ o ‘reinado’ aparece en el N. T.162 veces, de las que 24 se refieren a reinos terrestres o apocalípticos; las referentes al Reino de los cielos – o de Dios, de Jesús, del hijo del hombre, ’preparado para los benditos del Padre’ – se reparten entre los 4 Evangelios (111, respectivamente 51, 16, 39 y 5); los Hechos (7), las Epístolas de S. Pablo (15), las Católicas (3) y el Apocalipsis (3).
Así se ve en otros varios pasajes de los Evangelios, como en la oración del Padre nuestro: venga tu reino, hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo (Mat: 7.10) y en la definición de Jesús de los Apóstoles como luz del mundo y sal de la tierra (Mat: 5.14); en el prólogo de S. Juan, donde proclama que la Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn:1.9); en las conversaciones de Jesús con Nicodemo: tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, y la Samaritana Ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre..., llega la hora en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad; en el discurso del Pan de la vida el pan del Dios es el que baja del Cielo y da la vida al mundo y en la Oración sacerdotal: que sean uno como Tú, Padre en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado; y en la parábola del Buen Pastor: escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor. [Jn: 3.16 y 4: 20s; 6.33 y 17:21; 10,16]; y también en los Hechos de los Apóstoles, al narrar su despedida antes de la Ascensión: seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra (Hechos. 1.8). Así se aprecia que lo proclaman también el anciano Simeón, que se regocija de haber visto la salvación de Dios, que Él ha presentado a la vista de todos los pueblos: Luz para iluminar a las naciones, y gloria de su pueblo de Israel (Luc.2.52); y el Bautista, que señala a Jesús como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Y se aprecia incluso en la misma palabra Evangelio7 (que originalmente significa ‘albricias’ o ‘noticia que las valga’): ésta era la usada en los LXX para el anuncio del Reino por Isaías y los Salmos: Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sion… y qué hermosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz (Is:40.9 y 52.7); Anunciad su salvación día tras día, contad su gloria a las naciones (Ps: 96.2).
El léxico griego del NT, y el de la Vulgata latina, especializan el sustantivo ευαγγέλιον = evangelium {54 ejemplos}; y el verbo ευαγγελίζειν/εσθαι = evangelizare/ari {76 ejemplos} (para las noticias referentes al mensaje de Jesús, su proclamación y difusión, incluido el anuncio a Zacarías (Luc: 1.19) y a los pastores (Luc: 2.10) y la conversión de los Tesalónicenses (1ªTes: 3.6); mientras que para otras ‘noticias’ se emplea ακοή = auditus, auris, fama, opinio, rumor¸ y para ‘anunciar’ αγγέλλειν = nuntiare y los respectivos compuestos, además de referre y praedicare. Las únicas excepciones son que la Vulgata latina acepta nuntiare para la pasiva impersonal (Heb: 4.2, 6) y praedicare cuando coincide con evangelium en la misma frase. (cf. 1ª Cor; 9.18 y 15.1)
Así queda también insinuado en el anuncio de un juicio universal (Mateo: 25: 31).
Y en el Antiguo Testamento se ve cómo a Abraham se le promete una y otra vez que ‘por tu semilla – que el propio S. Pablo identifica con Cristo (Gál: 3.16) -serán benditas todas las naciones de la tierra’ (Génesis: 12.3; 18.18; 22.18, 26.4; 28.14)
En uno de los numerosos Salmos mesiánicos se dice Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con clamores de júbilo, porque Yahvéh, el Altísimo, es terrible, Rey grande sobre la tierra toda (Ps.47:2s); y en otro: Oh Dios, da al Rey tu juicio, al hijo del Rey tu justicia, que con justicia gobierne a tu pueblo con equidad a tus humildes. … dominará de mar a mar [del Índico (golfoPérsico) al Mediterráneo], desde el Río [Éufrates] a los confines de la tierra (Ps. 72:1-8).
I gual se podrían recorrer los vaticinios mesiánicos, pero quizás baste con citar el 1º y el último de los profetas: Isaías en su visión escatológica: El monte de la casa de Yahvéh será asentado sobre la cima de los montes… Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos…Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. (Is: 2.2s), y también el siguiente oráculo, que ha influido en la iconografía y liturgia de la Epifanía: Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada. Alza los ojos en torno y mira, todos se reúnen y vienen a ti. … Vendrán a ti los tesoros del mar, las riquezas de las naciones vendrán a ti… Un sinfín de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Madián y Efá, portadores de oro e incienso y pregonando las alabanzas de Yahvéh (Is: 60.3-4 y 6) Del nacimiento del sol hasta su ocaso es glorioso mi nombre entre las gentes, y en todas partes se sacrifica y ofrece a mi nombre una ofrenda pura (Malaquías 1.11).
Así debía entender el Antiguo Testamento cualquier judío versado en las Escrituras, aunque no hubiera conocido personalmente a Cristo, ni oído su predicación –como parece haber sido el caso de S. Pablo8; y sabemos que así lo entendían los fariseos, puesto que se preocupaban de buscar prosélitos fuera de Israel9, como les recuerda el mismo Jesús, echándoles en cara que después los maleaban: ’tras recorrer el mar y la tierra para hacer un prosélito, lo hacéis peor de lo que era (Mat: 23.15).
No se sabe hasta dónde llegó su conocimiento deJesús ‘según la carne’ (2ªCor: 5.16), y no parece que haya escuchado su predicación; ni si conocía o no alguno de los Evangelios, que ya se debían estar escribiendo – de hecho {como apuntan García y Carrión Pérez: o.c. 144} cuando S. Pablo recomienda ante los Corintios al hermano que va con Tito a llevarles la carta (2ªCor: 8.18) subraya que su έπαινος εν τω ευαγγελίω (=renombre a causa del evangelio) se ha extendido por todas las iglesias, lo que parece señalar a Lucas como autor de un libro -. Es notable, en todo caso, que no se refiera a Su autoridad, sino en 3 pasajes (1ªCor: 7.10s; 9.14 y 11.23ss). Pero es de suponer que durante los años de su educación en Jerusalén con Gamaliel se haya interesado por aquel rabí coetáneo y aún coterráneo suyo, pues su familia (según S. Jerónimo) procedía de Giscala {Jisha} en Galilea-, oído las habladurías de los fariseos, y compartido con ellos la inquina que demostrará en el martirio de Esteban, y el celo persecutorio que lo llevaría a Damasco; pero todo ello cambió cuando fue alcanzado por Jesús (Philip. 3.12), y es de suponer que entre lo que oyó en Damasco de Ananías y otros discípulos; y lo que sacó en limpio de las explicaciones de S. Pedro, en la quincena que pasó a su lado en Jerusalén, se habría formado una idea cabal del mensaje y personalidad de Jesús, del que se considera imitador (Phil: 3.17), y de su mesianismo, que ya proclamaba en Damasco (Hechos: 9.22).
Se llamaba ‘prosélitos’ (recién llegados) a los paganos convertidos al judaísmo: según que aceptaran o no la circuncisión eran ‘prosélitos de justicia’, o ‘de puerta’ o ‘temerosos o adoradores de Dios’. Los circuncisos se podían considerar judíos, con sus hijos y nietos, pero no el resto de su familia. Su oración debía dirigirse, cuando rezaban en privado ‘al Dios de los padres de Israel’, y cuando en público ‘al Dios de vuestros padres’. Únicamente cuando su madre fuera judía podían dirigirla ‘al Dios de nuestros padres’. En el NT hay numerosos ejemplos de ‘temerosos de Dios’ como Cornelio (Hechos. 10: 1 ss), los que asistían a la sinagoga de Antioquía de Siria, y los que S. Pablo va encontrando luego en muchos lugares. Muchos había en Jerusalén el día de Pentecostés (Hechos. 2.10), y uno de los elegidos como diáconos fue Nicolás, prosélito de Alejandría (Hechos. 6.3); prosélito era también el ‘eunuco’de la Candace de Etiopía, bautizado por el diácono Felipe (Hechos: 8.26); Puede añadirse, a propósito del proselitismo judío que Claudio, para evitar los conflictos que se creaban, expulsó de Roma a los judíos.
Así y todo, los Apóstoles, podían sentirse perplejos, porque no habían comprendido hasta qué punto retiraba Dios a Israel la difusión del universalismo prometido a la descendencia de Abraham, encomendándolo en adelante a la comunidad liderada por su Hijo; algo que, además de las parábolas citadas de los obreros de la hora undécima y los invitados a las bodas reales, se entrevé en las de los dos hijos y de los viñadores homicidas (Mat: 20.1, 21.28ss y 22: 1-14), y en las afirmaciones de que ‘muchos últimos serán primeros y los primeros últimos (Marcos: 10.31); de que vendrán muchos de oriente y occidente a ponerse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, mientras los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera (Mat: 8.11-12) y de que se os quitará el reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos (Mat: 21.43): y tampoco sabían en qué condiciones se había de admitir a los gentiles10.
Tal como se puede ver en los textos citados, este reino universal es sobre todo escatológico y espiritual: escatológico porque ha de culminar al fin de los tiempos (a la hora de guardar la cosecha o la pesca, o de separar buenos y malos); y espiritual porque lo son sus fines, los bienes que promete y los deberes que impone: sus fines son la perfección moral (por la abnegación de uno mismo y el amor de Dios sobre todas las cosas) y la salvación (ya aludida en el nombre de Jesús = ‘Yavé salva’, y en las parábolas de la oveja perdida y el hijo pródigo (Lc: 15.1ss); sus deberes los resumidos en las Bienaventuranzas (Mat: 5.3ss) y el mandamiento nuevo (Jn: 13.34), y sus bienes (el perdón de los pecados, la participación en la vida de Cristo y la unión con Dios por la gracia); pero el reino es también sin duda terrestre y externo: porque Jesucristo dijo a sus oyentes que ya ‘está entre vosotros’ (Mat: 12.21), y que ‘desde el tiempo del Bautista sufre violencia (i.e.: ‘exige hacerse violencia’, o ‘se abre paso a despecho de cualquier violencia’) y los violentos lo conquistan (Mat: 11.12); porque sufre vicisitudes –la semilla cae entre espinas, el enemigo le siembra cizaña encima, la red recoge peces de todas clases; los predicadores son corderos en medio de lobos (Mat: 10.16); y porque hay que profesarlo en público, predicarlo sobre los tejados (Mat: 10.27), y porque requiere ritos de incorporación, como es el Bautismo (Mat: 16.16). No queda resquicio, pues, para proyectar el universalismo del reino a un mundo puramente interior. Se trata, en definitiva, de un reino que se proyecta en la eternidad, per tiene sus raíces en este mundo. Ante la relación de este Reino con la Sociedad asímismo universal que Jesús fundó y llamó Iglesia (=Ecclesia= εκκλησία (que en los LXX corresponde al hebreo קָהָל [Qahal] = ‘reunión’, referida a la congregación de todo el pueblo judío, mientras que el sinónimo sinagoga = synagoga= συναγωγή = עְדָה [hedáh] se refería a las reuniones locales), no ha lugar para la queja de Loisy, de que Jesus annonça le Royaume, mais c’est l’Église qui est venue - porque ella no es un sucedáneo del Reino, sino su pregonera y preparadora, como administradora de sus bienes y guardiana de sus llaves, entregadas por Jesús a S. Pedro (Mat: 15.18). S. Pablo la ve como un cuerpo místico de Cristo (1ªCor: 12.4-30; Ephes: 4.1-16) – no ya con la analogía aristotélica de la sociedad como cuerpo, sino con la biológica de que los miembros para serlo de Cristo se Le incorporan por el Bautismo; y también ve la unión del matrimonio como una misteriosa figura de la de Cristo con la Iglesia (Efes: 5.32).
Cómo lo entendía S. Pablo se ve por el orden que sigue en todas sus misiones de Damasco a Roma, yendo primero a las sinagogas o lugares de reunión de los judíos; y luego a los gentiles, en Antioquía de Pisidia, en su 1er viaje, lo escenificó sacudiendo contra los judíos el polvo de sus sandalias, después que le mostraron su rechazo (Hechos: 13.51). Y en cuanto a las condiciones, en la misma ocasión había razonado y concluido ante los judíos que la total justificación que no pudísteis obtener por la Ley de Moisés la obtiene de Él (Jesús) todo el que cree (Hechos: 13.38-39).
Pero es obvio que en tanto no viniera el Espíritu Santo a explicarlo todo (Juan: 14.26), los predicadores se podían preguntar si junto con el mensaje universal de Cristo se había o no de dispensar al mundo pagano a la legislación mosaica, como hacía Pablo, o bien podían o debían seguirla cumpliendo, como hacía la comunidad de Jerusalén11. Y lo cierto es que el Espíritu de Dios se manifestó de varias maneras. Ya se ha visto cómo antes del ‘concilio de Jerusalén’ lo había comprendido Pablo, sin duda inspirado por Dios en alguna de sus visiones, que en alguna fue arrebatado al paraíso (2ª Cor: 12. 2ss). Antes lo había comprendido Pedro, en la citada visión en vísperas de bautizar a Cornelio (u.s), pero aún se podía pensar que aquello era sólo para poderlos bautizar. Por último se manifestó a las columnas de la Iglesia, Pedro, Santiago y Juan, reunidos en ‘concilio’ con Pablo, Bernabé y los demás presbíteros: todos juntos concluyeron, y comunicaron a las diferentes comunidades, en nombre del Espíritu santo y nosotros, no imponeros más cargas que estas indispensables (Hechos: 15.29). Después siguió habiendo protestas de judíos, conversos o no12, pero a nivel institucional la cuestión quedaba zanjada, y los Apóstoles, en señal de comunión, tendieron la mano a Pablo y Bernabé, reconociendo la gracia concedida a Pablo (Gál: 2.9).
La predicación a los judíos había comenzado el mismo día de Pentecostés, y el número de creyentes había crecido sin cesar con la predicación de Pedro y Juan, y luego también los diáconos, Apolo y los discípulos dispersos por la persecución en que murió el diácono S.Esteban, en Jerusalén, en la costa de Palestina, Fenicia y Siria: (Cesarea, Lida {Lod}, Jope {Tell-Aviv}, Tiro, Antioquía y Damasco) y en la vecina isla de Chipre (Hechos: 2.37 y 47; 4.4; 5.14; 6.1 y 7; 9.31; 11.21, 24; 13.18, 49; 19. 20); y entre los samaritanos (que también eran judíos, aunque de origen pagano y cismáticos desde siglos antes), por el diácono Felipe; la de los gentiles fue iniciada por S. Pedro (con el bautizo de Cornelio y los suyos) y continuada sobre todo por S. Pablo, como queda dicho.
Cuando se produjeron las protestas de los conversos judíos en Jerusalén, Pablo y Bernabé, al regreso de su 1er viaje apostólico, fueron enviados a la reunión que allí celebraban los apóstoles Santiago, Pedro y Juan con los presbíteros. Hubo un discurso de S. Pedro, explicando cómo por su boca – como autoridad máxima se entiende, aunque se cite después de Santiago, que era el obispo de Jerusalén - había querido el Señor evangelizar a los gentiles; y otro discurso de Santiago, que abundó en el tema y citó la profecía de Amós sobre la restauración mesiánica, para que el resto de los hombres busque al Señor y todas las naciones sean consagradas a su nombre, (Amós: 9.11s); y después se tomó la decisión: Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no añadiros (a los gentiles) más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la imoureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adios. (Hechos: 11.28) Y se remitió el acuerdo a Antioquía con Pablo, Bernabé, Barsabas y Silas. Con ello quedaba claro que había llegado el momento de abrogar la ley como inútil o incluso perjudical para la justificación – tal como Jesús había predicho que se haría al declararse dueño del Sábado, anunciar la destrucción del Templo, el relevo en la promesa del Reino de Dios y el rechazo de la pureza ritual [Mat: 12.6; 15.11, 21.43 y 23.38], y ahora confirmaba por la revelación hecha a los Apóstoles.
S. Pablo explicará este paso con las analogías de una muerte a la Ley a fin de vivir para Dios (Gál: 2.19), o de la infancia a la mayoría de edad al llegar la plenitud de los tiempos (Gál.: 4.1ss).
Y Sto Tomás (super. Epist. ad Gálatas, cap.2, lect.3 y Summa.Theologica 1a2aeq103a4) recuerda a propósito los tiempos que S. Jerónimo y S. Agustín dan a la validez de la Ley mosaica frente al Evangelio: Para S. Jerónimo la Ley estaría ’viva y vivificante’ hasta la muerte de Jesús, pero después ‘muerta y mortífera’ (de suerte que ya sería pecado guardarla); S. Agustín considera que entre la muerte de Jesús y la divulgación de su evangelio de verdad y gracia hubo un tercer tiempo, en el que la Ley, aún sin enterrar, ‘estaría muerta pero aún no sería mortífera’, sino que los judíos convertidos no pecarían guardándola, siempre que no pusieran en ella su esperanza; pero sí lo sería después de muerta y enterrada, cuando no hubiera convivencia de judíos y gentiles, de modo que obedecerla entonces ya no sería honra sino exhumación.
Y también razona sobre cuál debió de ser el criterio de los Apóstoles acerca de la Ley después de la resurrección para guardar el equilibrio mientras hubieran de convivir los conversos judíos y los gentiles: ante los judíos la guardarían, para no escandalizar, ni sublevar a los demás judíos, pero sin poner en ella la esperanza de salvación, sino fijándose en otras utilidades, v. c.: para la salud. en cambio ante los gentiles no la observarían, también para no escandalizarlos haciéndoles creer que era obligatoria. En el vidrioso caso de que ambos grupos estuvieran presentes, había que proteger antes a los gentiles, para que la Ley no apareciese como enemiga del Evangelio. Así pueden entenderse, por una parte, el propósito de S. Pablo, de que si un alimento causa escándalo a mi hermano, nunca comeré carne para no dar escándalo (1ªCor (8.4-13); y el de hacerse todo a todos, para ganarlos a todos’ (1ªCor: 9.22) o también Todo es puro, ciertamente, pero es malo comer dando escándalo (Rom: 14.20); y por otra su conducta, ante los judíos circuncidando a Timoteo en Listra (Hechos: 16.13), y los de Jerusalén yendo al templo a cumplir un voto (Hechos: 21.24s), y con S. Pedro en Antioquía, al que reprendió al ver que ante los judíos venidos de Jerusalén rechazaba comer con los gentiles (Gál: 2.11ss): aquí S. Jerónimo dice que Pedro actuaba por caridad, y por tanto no pecó; pero S. Agustín, y Sto. Tomás con él, dicen que sí pecó venialmente de caridad indiscreta, por dar más importancia a la opinión de los judíos. Y justifica también el uso que se siguió por entonces en la comunidad de Jerusalén, de conservar las costumbres adquiridas, por el bien de la paz con los demás judíos, se entiende que sin poner en ellas, sino en Cristo, la esperanza de salvación. Y así mismo se deben entender las prohibiciones del Concilio de Jerusalén, como provisionales para el tiempo en que deban convivir los conversos judíos con los gentiles. Así parece que se siguió observando en la comunidad de Jerusalén, que aún había de durar un siglo, hasta su dispersión por Transjordania y Siria el año 135, tras la destrucción de la ciudad por Adriano. Una posible reviviscencia pueden ser los modernos ‘judíos cristianos o mesiánicos’, como hicieron en el XIX los seguidores del rabino Ignatz Lichtenstein (1824-92), el que dijo de sí mismoque ‘Buscando (en el Evangelio) espinas encontré rosas’.
12Una y otra vez tropezó Pablo con la hostilidad de los judíos. Unas veces eran los que, lejos de convertirse, se escandalizaban de la predicación de Pablo, y lo llevaban a los tribunales por blasfemo; otros serían conversos, que deseaban que los conversos continuaran con sus costumbres en materia de comida, y circuncidaran a sus hijos, pues insistían en creerlo necesario para la justificación, o conveniente para la vida social, según lo dicho; otros serían, incluso, conversos gentiles que vieran en la circuncisión un medio de mantener el privilegio de religio licita otorgado a los judíos. Deben de ser los dolores de cabeza que le provocaba esta hostilidad el ángel de Satanás que lo abofetea para que no se engría (2ªCor: 12.7); pues no consta que padeciera enfermedades crónicas, sino más bien que tenía una salud de hierro. No se sabe de qué grupo eran los perturbadores de Galacia, contra los que argumenta S. Pablo en su carta (Gál: 2.7 y 3.1ss). Comoquiera que sea, él aquí no hace distingos, y se contenta con llamarlos περιτεμνόμενοι = qui circumciduntur = dispuestos a circuncidarse (Gál: 6.13), y desearles que ¡Ojalá llegaran a mutilarse! (Gál: 5.12), sugiriendo irónicamente que podrían seguir la sangrienta costumbre de los galloi de Cibeles, la gran diosa madre de Pesinunte, y asegura que ‘el perturbador, sea quien sea, llevará su castigo (Gál: 5.10).
Tampoco se sabe quiénes llevaron a Corinto la semilla de los desgaros (σχίσματα = scissiones) de que S. Pablo se enteró, por los de Cloe: Cada uno dice Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, y yo de Cristo: Se ha supuesto que los que se consideran de Apolo serían aficionados a la retórica y filosofía griega, los de Cefas/Pedro algunos que desconfiaban de la autoridad apostólica de Pablo; y los de Cristo, el Cristuspartei de Baur – si no es que se trata de una boutade del propio Pablo, que habría interrumpido la enumeración exclamando ¡y yo de Cristo! – algunos que, engreídos en su propia sabiduría, presumían de entenderse directamente con Cristo; Sto Tomás (Super Ep.Iam ad Cor. 1. 1) supone que los Corintios valoraban su bautismo según la categoría del ministro (Pedro, Pablo, Apolo) y olvidaban de quién eran los méritos que le daban valor; y comenta el argumento de S. Pablo: ni Pablo fue crucificado por ellos, ni ellos bautizados en nombre de Pablo (1ªCor: 1.12-12), sino que todos están bautizados en nombre de Cristo crucificado, que no está dividido.¿Qué es Apolo? ¿Qué es Pablo? ¡Servidores por medio de los cuales habéis creído!, y cada uno según lo que Dios le dio. Yo planté, Apolo regó, mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer (1ªCor: 3.5-7).
Con lo dicho quedan explicados, creo, los aludidos titubeos, desarmadas las inferencias de Baur (porque la diferencia de opiniones y conductas, no supuso una oposición doctrinal), y conjurado el error13 que podía sugerir el título de Badiou: S. Pablo no fue el fundador, pero sí el instrumento elegido para hacer que la naciente Iglesia, además de santa y una, comenzara a ser católica = universal.
1BIBLOGRAFÍA CONSULTADA (además de algunas menudencias ‘de aquí y de allá’)
Diccionario de Filosofía de José Farrater Mora. Barcelona (Ariel) 2009). Dictionaire de la Bible de André Marie Gerard. Paris (Laffont) 1989. Greek-English Lexicon of the New Testament and other early Christian Literature, de Walter Bauer. Chicago (U.P) 1973. Handkoncordanz zum griechischen Neuen Testament de Alfred Schmoller. Stutgart (Deutsche Bibelgesellschaft) 1982. Concordancia griego-española del Nuevo Testamento, del Dr. H. M. Peter. Tarrasa (CLIE), 1976. Introduction à la Bible de los PP. A. Robert y A. Feuillet, S.J.; Tournai (Desclée), 1959. Septuaginta (Vetus Testamentum graece iuxta LXX interpretes) edidit A.Rahlf. Stutgart (Deutsche Bibelgesellschaft) 1979. Novum Testamentum graece et latine, edidit H.J. Vogels. Barcelona-Friburgo (Herder) 1955. Biblia sacra iuxta vulgatam versiomem, edidit R. Weber Stutgart (Deutsche Bibelgesellschaft) 1994. Biblia de Jerusalén; Introducciones y notas de la Escuela bíblica de Jerusalén. Bilbao (Desclée de Brouwer) 1967. Historia de la Iglesia católica: Edad Antigua de los PP. B.Llorca y R. García-Villoslada, S. J. Madrid (BAC), 2005. Summa Theologica y Super Epistolas Bti. Pauli Lecturae (I ad Corinthios y ad Galatas). Sto. Tomás de Aquino (edición electrónica del Corpus Thomisticum). Patrología: del profesor Johannes Quasten. Madrid (BAC), 1995. De Ecclesia Christi, del P. J. Salaverri, S.J. y De Revelatione christiana, del P. M. Nicolau. S.J. Madrid (BAC),1955. Pablo, su historia’, del P. Jerónimo Murphy-O’Connor. O.P. Madrid (San Pablo,) 2008. S. Pablo, heraldo de Cristo de J.Holzner. Barcelona (Herder), 198.5 Los ‘supuestos’relatos de ficción y leyendas en los Evangelios. [Reproduce el 2º capítulo de su libro ¿Cuándo fueron escritos los evangelios? El testimonio de S. Pablo] deJ.M.García y J. Carrión Pérez. Madrid (Encuentro) 2004. También, aunque leído hace mucho, y sin haberlo podido releer ahora, como hubiera sido oportuno. Teología de S. Pablo, del P. José Mª Bover. S. J. Madrid (BAC), 1967. 2 Publicado en español como S. Pablo: la fundación del universalismo.Barcelona (Anthropos), 1999. 3Esta es una versión corregida y ligeramente ampliada de la breve y atropellada exposición oral del 14-III-2016. Se ha verificado la exactitud de las citas bíblicas, pulido la sintaxis y la argumentación, y añadido ciertos detalles más o menos interesantes, que se habían quedado en el tintero.
4Comenzó a predicar apenas convertido. Al principio predicó él solo en Arabia y el mismo Damasco, y luego con uno o más de los 12 compañeros que se nombran en los Hechos o en las Cartas (Aristarco, Bernabé, Demas, Cayo, Lucas, Segundo, Silas, Sópatro, Timoteo, Tíquico y Trófimo); desde que Bernabé, que en Jerusalén lo había conocido, protegido y enviado a Tarso, lo reclamó para la comunidad de Antioquía de Siria {Antakia}. Durante unos 30 años (sin descontar los que pasó en prisión, donde también evangelizaba), siempre urgido por el ¡ay de mí, si no predicara el evangelio! (1ªCor: 9.16) realizó 4 largos viajes apostólicos, recorriendo miles de kilómetros en vueltas y revueltas por lo que hoy son Isralel, Líbano, Siria, Turquía, Grecia y Albania, soportando todas las incomodidades y arrostrando todos los peligros que él mismo resume: En cualquier cosa en que alguien presumiere también presumo yo ¿Que son hebreos? También yo lo soy ¿Que son israelitas? ¡También yo! ¿Son descendientes de Abraham ?¡También yo! ¿Ministros de Cristo? (¡Digo una locura!) ¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué: un día y una noche pasé náufrago en el mar. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga: noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las iglesias ¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase? (2ª Cor: 11.21-29). Resulta notable que no asocie la sed con el ciego sol de Grecia, que bien hubiera merecido las pinceladas del ‘polvo, sudor y hierro’, en que nuestro Machado resume la cabalgada del Cid. Los 3 primeros viajes, con sus variadas circunstancias, se relatan en los Hechos de los Apóstoles a partir del Capítulo 13; el 4º se reconstruye a partir de sus últimas cartas.
En el 1º [años 45-49] fue con Bernabé por Chipre y Panfilia a la Galacia del Sur: Pisidia (Antioquía {Eğirdir}), y Licaonia: Derbe, Listra e Iconio {Kerti Höyük, Hatun saray y Konya}. Bajando a Perge y Atalia {Antalya} regresa por mar a Antioquía.
El 2º [años 50-52] lo emprendió poco después con Silas: se proponía atravesar Anatolia de Sur a Norte, en dirección a Bitinia, pero una enfermedad lo obligó a quedarse entre los Gálatas (Gál: 4.12ss) del Norte (en Ancira {Ankara} o Pesinunte {Bala hisar, al Sur de Sivri hisar}, la ciudad de Cibeles, la de los cultos orgiásticos), de allí se dirigió al Oeste y en Troya {Truva} embarcó para la Grecia europea: recaló en Neápolis [Kavala] y pudo evangelizar Macedonia (Filipos {Krinides}, Tesalónica, Berea) {Veria} y Acaya (Atenas y Corinto [de aquí escribió las cartas a los Tesalonicenses]). De Corinto regresó a Antioquía por Éfeso, Cesarea, y Jerusalén.
En el 3º [años 53-58] se dirigió con Timoteo a Éfeso {Selçük} (la ciudad de Artemisa) por Galacia y Frigia, Parte de los años que estuvo allí la pasó encarcelado [en libertad escribió a los Gálatas y la 1ª a los Corintios, y en prisión a los Filipenses y Colosenses, y a Filemón]; hizo un viaje de ida y vuelta a Corinto, alentó la fundación de iglesias en varias ciudades por toda la provincia de Asia: su discípulo Epafrás evangelizó en las del valle del Lico {cercanas a Denizli y Pamuk kale} Colosas y Hierápolis {hoy destruidas} y Laodicea {Eski hisar}; Lidia, la conversa de Filipos, se encargó de Tiatira {Ak hisar}, y otros de las de Esmirna, Pérgamo, Filadelfia y Sardes {Izmir, Bergama, Alashesir y Sart}. Acabó teniendo que huir, porque los plateros se amotinaron en su contra, al entender que las nuevas creencias arruinaban su quincallería devocional (estatuillas, amuletos o exvotos de Artemisa); entonces decidió volver a Macedonia [de donde escribió la 2ª a los Corintios], y seguir hasta Iliria (que puede ser hasta Lychnidos {Ohrid}, en la frontera de Macedonia con Albania}, o bien hasta Epídamno {Dyrrachium Durazzo} en la costa albanesa), de donde por fin llegó de nuevo a Corinto [y de allí escribió su Carta a los Romanos]. Cuando intentaba embarcar para Jerusalén, para celebrar allá el Pentecostés, una emboscada de los judíos le obligó a escapar por tierra hasta Macedonia para embarcar por Neápolis a Troya. De Troya a Asson {Bahram kale}, frente a Lesbos, quiso ir andando, mientras sus compañeros lo seguían por mar; y tras recogerlo siguieron desgranando escalas: Mitilene de Lesbos, Quíos, Samos, Trogilio (promontorio al Sur de Éfeso), y Mileto. Allí se despidió con lágrimas de los presbíteros efesinos, coronando su discurso con una frase de Jesús (no recogida en los Evangelios): Mayor felicidad hay en dar que en recibir (Hechos: 20.35); y compartiendo con ellos sus tristes previsiones: Sé que en cada ciudad el Espírtu Santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones (Ibid. 20.23);siguieron por Cos y Rodas hasta Pátara {Megiste, cerca de Kaş}, y consiguieron un barco para Tiro {Sur}, de donde insistió en ir a Jerusalén, por Ptolemaida {Akko} y Cesarea, pese a las advertencias de un profeta de que allí iba a ser apresado. Y de hecho lo fue en el templo, acusado por los judíos de profanarlo. Tras dos años encarcelado en Cesarea [años 59-60] fue enviado a Roma, en un accidentado viaje por Creta y Malta, como prisionero del Cesar [años 61-63: Carta conjunta a las Iglesias de Asia (Efesios, Laodiceos, etc)]. Entre los años 64 y 67 gozó de libertad, y emprendió un 4º viaje apostólico: por los lugares que cita en sus cartas a Tito y a Timoteo, se deduce que estuvo en Macedonia [Cartas a Tito y 1ª a Timoteo], Éfeso, Mileto y Creta, y que proyectaba llegar hasta Nicópolis {Preveza}, en el Epiro; por la 1ª de S. Clemente a los Corintios en la que menciona su viaje a los confines de Occidente, se quiere inferir que por fin vio cumplido su deseo de venir a España (Rom: 15.24). En todo caso el año 65 estaba de nuevo preso en Roma [años 65-67], donde fue condenado a muerte y decapitado. En su despedida a Timoteo (2ª Tim: 2.5-8) se muestra alegre y satisfecho: Ya estoy a punto para ser ofrecido en libación; el tiempo de mi partida está muy cerca. He combatido un buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe. Solo me falta recibir la corona merecida, que en el último día me dará el Señor, justo juez; y no solo a mí, sino a cuantos aguardan con amor su venida. Era la muerte que deseaba: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia (Philip: 1.23). Debía de frisar en los 70 años, ya que S. Lucas (Hechos: 7.58) lo considera un muchacho (νεανίας =adolescens) cuando el martirio de S. Esteban [año 36] y él mismo, 20 o 30 años después, se declara anciano (πρεσβύτης = senex), cuando escribe a Filemón (Fil: 9) desde la cárcel.
5 Así lo propuso en su ensayo de 1841 Die Christuspartei in der Korintischen Gemeinde, der Gegensatz des paulinischen und petrinischen in der ältesten Kirche den Apostel Petrus in Rom. Baur (1792-1860) había comenzado en Tubinga los estudios teológicos para pastor luterano, y seguido los de Historia de la Religión; fue nombrado profesor de Historia de la Iglesia y de los dogmas. Muy influido por Schleiermacher y Scheling, perteneció al llamado ‘centro hegeliano’. En 1841 publicó el citado ensayo. Y luego, entre otros libros Paulus, der Apostel Jesu Christi, [1945] y la 1ª parte de una Historia del Cristianismo: Das Christentum und die christliche Kirche der drei ersten Jahrhunderte [1853]. Él encabezó la llamada Tübinger Schule, crítica con la tradición y que sometía los textos a una reconstrucción a priori, según el método hegeliano. Según él, por ejemplo, de las dos fuentes de los Sinópticos que Schleiermacher acababa de postular en 1832, el Mateo arameo sería un escrito petrino judeocristiano, el de Lucas uno paulino o antipetrino, influido por el de Marción, y el de Marcos, así como los Hechos de los Apóstoles, un intento de síntesis entre ambos, mientras que el de Juan sería una síntesis de esta síntesis sinóptica con las creencias gnósticas. Entre sus amigos se contaría Albrecht Ritschl, fundador a su vez de la Escuela de Gotinga; y entre sus alumnos David Strauss, Keim, Volkmar, Hilgenfeld, Holsten, y Bruno Bauer, que niega la existencia de Jesucristo: Todos ellos escribieron Vidas de Jesús – fue muy famosa la de Strauss: Das Leben Jesu, kritisch bearbeitet [1835]- o comentarios, Einleitungen, Erklärungen sobre el Nuevo Testamento: en éste aceptan las 4 Epístolas mayores de S. Pablo, pero atribuyen el resto a autores del Siglo II. Su método exegético fue pronto superado por la Zweiquellentheorie (sugerida por Schleiermacher y sistematizada entre otros por Wilke, Weise y Holzmann) y la Formgeschichte (de K.L. Schmitt, M.Dibelius y R. K. Bultmann), que se apoyan en la tradición y adelantan las fechas de composición. Concretamente Adolfo Harnack se decidió por una vuelta a la tradición (zurück zur Tradition), reivindicó para S. Lucas el evangelista la autoría de los Hechos en sus obras Lukas der Arzt y Geschichte der altchristliche Literatur. Cree, no obstante que las frases universalistas (catolizantes) de Jesús son interpolaciones, y afirma que la fundación de un reino universal no entró en sus planes, por más apto que su mensaje fuese para serlo.
6La palabra βασιλεία = regnum ‘reino’ o ‘reinado’ aparece en el N. T.162 veces, de las que 24 se refieren a reinos terrestres o apocalípticos; las referentes al Reino de los cielos – o de Dios, de Jesús, del hijo del hombre, ’preparado para los benditos del Padre’ – se reparten entre los 4 Evangelios (111, respectivamente 51, 16, 39 y 5); los Hechos (7), las Epístolas de S. Pablo (15), las Católicas (3) y el Apocalipsis (3).
7El léxico griego del NT, y el de la Vulgata latina, especializan el sustantivo ευαγγέλιον = evangelium {54 ejemplos}; y el verbo ευαγγελίζειν/εσθαι = evangelizare/ari {76 ejemplos} (para las noticias referentes al mensaje de Jesús, su proclamación y difusión, incluido el anuncio a Zacarías (Luc: 1.19) y a los pastores (Luc: 2.10) y la conversión de los Tesalónicenses (1ªTes: 3.6); mientras que para otras ‘noticias’ se emplea ακοή = auditus, auris, fama, opinio, rumor¸ y para ‘anunciar’ αγγέλλειν = nuntiare y los respectivos compuestos, además de referre y praedicare. Las únicas excepciones son que la Vulgata latina acepta nuntiare para la pasiva impersonal (Heb: 4.2, 6) y praedicare cuando coincide con evangelium en la misma frase. (cf. 1ª Cor; 9.18 y 15.1)
8No se sabe hasta dónde llegó su conocimiento deJesús ‘según la carne’ (2ªCor: 5.16), y no parece que haya escuchado su predicación; ni si conocía o no alguno de los Evangelios, que ya se debían estar escribiendo – de hecho {como apuntan García y Carrión Pérez: o.c. 144} cuando S. Pablo recomienda ante los Corintios al hermano que va con Tito a llevarles la carta (2ªCor: 8.18) subraya que su έπαινος εν τω ευαγγελίω (=renombre a causa del evangelio) se ha extendido por todas las iglesias, lo que parece señalar a Lucas como autor de un libro -. Es notable, en todo caso, que no se refiera a Su autoridad, sino en 3 pasajes (1ªCor: 7.10s; 9.14 y 11.23ss). Pero es de suponer que durante los años de su educación en Jerusalén con Gamaliel se haya interesado por aquel rabí coetáneo y aún coterráneo suyo, pues su familia (según S. Jerónimo) procedía de Giscala {Jisha} en Galilea-, oído las habladurías de los fariseos, y compartido con ellos la inquina que demostrará en el martirio de Esteban, y el celo persecutorio que lo llevaría a Damasco; pero todo ello cambió cuando fue alcanzado por Jesús (Philip. 3.12), y es de suponer que entre lo que oyó en Damasco de Ananías y otros discípulos; y lo que sacó en limpio de las explicaciones de S. Pedro, en la quincena que pasó a su lado en Jerusalén, se habría formado una idea cabal del mensaje y personalidad de Jesús, del que se considera imitador (Phil: 3.17), y de su mesianismo, que ya proclamaba en Damasco (Hechos: 9.22).
9 Se llamaba ‘prosélitos’ (recién llegados) a los paganos convertidos al judaísmo: según que aceptaran o no la circuncisión eran ‘prosélitos de justicia’, o ‘de puerta’ o ‘temerosos o adoradores de Dios’. Los circuncisos se podían considerar judíos, con sus hijos y nietos, pero no el resto de su familia. Su oración debía dirigirse, cuando rezaban en privado ‘al Dios de los padres de Israel’, y cuando en público ‘al Dios de vuestros padres’. Únicamente cuando su madre fuera judía podían dirigirla ‘al Dios de nuestros padres’. En el NT hay numerosos ejemplos de ‘temerosos de Dios’ como Cornelio (Hechos. 10: 1 ss), los que asistían a la sinagoga de Antioquía de Siria, y los que S. Pablo va encontrando luego en muchos lugares. Muchos había en Jerusalén el día de Pentecostés (Hechos. 2.10), y uno de los elegidos como diáconos fue Nicolás, prosélito de Alejandría (Hechos. 6.3); prosélito era también el ‘eunuco’de la Candace de Etiopía, bautizado por el diácono Felipe (Hechos: 8.26); Puede añadirse, a propósito del proselitismo judío que Claudio, para evitar los conflictos que se creaban, expulsó de Roma a los judíos.
10Tal como se puede ver en los textos citados, este reino universal es sobre todo escatológico y espiritual: escatológico porque ha de culminar al fin de los tiempos (a la hora de guardar la cosecha o la pesca, o de separar buenos y malos); y espiritual porque lo son sus fines, los bienes que promete y los deberes que impone: sus fines son la perfección moral (por la abnegación de uno mismo y el amor de Dios sobre todas las cosas) y la salvación (ya aludida en el nombre de Jesús = ‘Yavé salva’, y en las parábolas de la oveja perdida y el hijo pródigo (Lc: 15.1ss); sus deberes los resumidos en las Bienaventuranzas (Mat: 5.3ss) y el mandamiento nuevo (Jn: 13.34), y sus bienes (el perdón de los pecados, la participación en la vida de Cristo y la unión con Dios por la gracia); pero el reino es también sin duda terrestre y externo: porque Jesucristo dijo a sus oyentes que ya ‘está entre vosotros’ (Mat: 12.21), y que ‘desde el tiempo del Bautista sufre violencia (i.e.: ‘exige hacerse violencia’, o ‘se abre paso a despecho de cualquier violencia’) y los violentos lo conquistan (Mat: 11.12); porque sufre vicisitudes –la semilla cae entre espinas, el enemigo le siembra cizaña encima, la red recoge peces de todas clases; los predicadores son corderos en medio de lobos (Mat: 10.16); y porque hay que profesarlo en público, predicarlo sobre los tejados (Mat: 10.27), y porque requiere ritos de incorporación, como es el Bautismo (Mat: 16.16). No queda resquicio, pues, para proyectar el universalismo del reino a un mundo puramente interior. Se trata, en definitiva, de un reino que se proyecta en la eternidad, per tiene sus raíces en este mundo. Ante la relación de este Reino con la Sociedad asímismo universal que Jesús fundó y llamó Iglesia (=Ecclesia= εκκλησία (que en los LXX corresponde al hebreo קָהָל [Qahal] = ‘reunión’, referida a la congregación de todo el pueblo judío, mientras que el sinónimo sinagoga = synagoga= συναγωγή = עְדָה [hedáh] se refería a las reuniones locales), no ha lugar para la queja de Loisy, de que Jesus annonça le Royaume, mais c’est l’Église qui est venue - porque ella no es un sucedáneo del Reino, sino su pregonera y preparadora, como administradora de sus bienes y guardiana de sus llaves, entregadas por Jesús a S. Pedro (Mat: 15.18). S. Pablo la ve como un cuerpo místico de Cristo (1ªCor: 12.4-30; Ephes: 4.1-16) – no ya con la analogía aristotélica de la sociedad como cuerpo, sino con la biológica de que los miembros para serlo de Cristo se Le incorporan por el Bautismo; y también ve la unión del matrimonio como una misteriosa figura de la de Cristo con la Iglesia (Efes: 5.32).
11La predicación a los judíos había comenzado el mismo día de Pentecostés, y el número de creyentes había crecido sin cesar con la predicación de Pedro y Juan, y luego también los diáconos, Apolo y los discípulos dispersos por la persecución en que murió el diácono S.Esteban, en Jerusalén, en la costa de Palestina, Fenicia y Siria: (Cesarea, Lida {Lod}, Jope {Tell-Aviv}, Tiro, Antioquía y Damasco) y en la vecina isla de Chipre (Hechos: 2.37 y 47; 4.4; 5.14; 6.1 y 7; 9.31; 11.21, 24; 13.18, 49; 19. 20); y entre los samaritanos (que también eran judíos, aunque de origen pagano y cismáticos desde siglos antes), por el diácono Felipe; la de los gentiles fue iniciada por S. Pedro (con el bautizo de Cornelio y los suyos) y continuada sobre todo por S. Pablo, como queda dicho.
Cuando se produjeron las protestas de los conversos judíos en Jerusalén, Pablo y Bernabé, al regreso de su 1er viaje apostólico, fueron enviados a la reunión que allí celebraban los apóstoles Santiago, Pedro y Juan con los presbíteros. Hubo un discurso de S. Pedro, explicando cómo por su boca – como autoridad máxima se entiende, aunque se cite después de Santiago, que era el obispo de Jerusalén - había querido el Señor evangelizar a los gentiles; y otro discurso de Santiago, que abundó en el tema y citó la profecía de Amós sobre la restauración mesiánica, para que el resto de los hombres busque al Señor y todas las naciones sean consagradas a su nombre, (Amós: 9.11s); y después se tomó la decisión: Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no añadiros (a los gentiles) más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la imoureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adios. (Hechos: 11.28) Y se remitió el acuerdo a Antioquía con Pablo, Bernabé, Barsabas y Silas. Con ello quedaba claro que había llegado el momento de abrogar la ley como inútil o incluso perjudical para la justificación – tal como Jesús había predicho que se haría al declararse dueño del Sábado, anunciar la destrucción del Templo, el relevo en la promesa del Reino de Dios y el rechazo de la pureza ritual [Mat: 12.6; 15.11, 21.43 y 23.38], y ahora confirmaba por la revelación hecha a los Apóstoles.
S. Pablo explicará este paso con las analogías de una muerte a la Ley a fin de vivir para Dios (Gál: 2.19), o de la infancia a la mayoría de edad al llegar la plenitud de los tiempos (Gál.: 4.1ss).
Y Sto Tomás (super. Epist. ad Gálatas, cap.2, lect.3 y Summa.Theologica 1a2aeq103a4) recuerda a propósito los tiempos que S. Jerónimo y S. Agustín dan a la validez de la Ley mosaica frente al Evangelio: Para S. Jerónimo la Ley estaría ’viva y vivificante’ hasta la muerte de Jesús, pero después ‘muerta y mortífera’ (de suerte que ya sería pecado guardarla); S. Agustín considera que entre la muerte de Jesús y la divulgación de su evangelio de verdad y gracia hubo un tercer tiempo, en el que la Ley, aún sin enterrar, ‘estaría muerta pero aún no sería mortífera’, sino que los judíos convertidos no pecarían guardándola, siempre que no pusieran en ella su esperanza; pero sí lo sería después de muerta y enterrada, cuando no hubiera convivencia de judíos y gentiles, de modo que obedecerla entonces ya no sería honra sino exhumación.
Y también razona sobre cuál debió de ser el criterio de los Apóstoles acerca de la Ley después de la resurrección para guardar el equilibrio mientras hubieran de convivir los conversos judíos y los gentiles: ante los judíos la guardarían, para no escandalizar, ni sublevar a los demás judíos, pero sin poner en ella la esperanza de salvación, sino fijándose en otras utilidades, v. c.: para la salud. en cambio ante los gentiles no la observarían, también para no escandalizarlos haciéndoles creer que era obligatoria. En el vidrioso caso de que ambos grupos estuvieran presentes, había que proteger antes a los gentiles, para que la Ley no apareciese como enemiga del Evangelio. Así pueden entenderse, por una parte, el propósito de S. Pablo, de que si un alimento causa escándalo a mi hermano, nunca comeré carne para no dar escándalo (1ªCor (8.4-13); y el de hacerse todo a todos, para ganarlos a todos’ (1ªCor: 9.22) o también Todo es puro, ciertamente, pero es malo comer dando escándalo (Rom: 14.20); y por otra su conducta, ante los judíos circuncidando a Timoteo en Listra (Hechos: 16.13), y los de Jerusalén yendo al templo a cumplir un voto (Hechos: 21.24s), y con S. Pedro en Antioquía, al que reprendió al ver que ante los judíos venidos de Jerusalén rechazaba comer con los gentiles (Gál: 2.11ss): aquí S. Jerónimo dice que Pedro actuaba por caridad, y por tanto no pecó; pero S. Agustín, y Sto. Tomás con él, dicen que sí pecó venialmente de caridad indiscreta, por dar más importancia a la opinión de los judíos. Y justifica también el uso que se siguió por entonces en la comunidad de Jerusalén, de conservar las costumbres adquiridas, por el bien de la paz con los demás judíos, se entiende que sin poner en ellas, sino en Cristo, la esperanza de salvación. Y así mismo se deben entender las prohibiciones del Concilio de Jerusalén, como provisionales para el tiempo en que deban convivir los conversos judíos con los gentiles. Así parece que se siguió observando en la comunidad de Jerusalén, que aún había de durar un siglo, hasta su dispersión por Transjordania y Siria el año 135, tras la destrucción de la ciudad por Adriano. Una posible reviviscencia pueden ser los modernos ‘judíos cristianos o mesiánicos’, como hicieron en el XIX los seguidores del rabino Ignatz Lichtenstein (1824-92), el que dijo de sí mismoque ‘Buscando (en el Evangelio) espinas encontré rosas’.
12Una y otra vez tropezó Pablo con la hostilidad de los judíos. Unas veces eran los que, lejos de convertirse, se escandalizaban de la predicación de Pablo, y lo llevaban a los tribunales por blasfemo; otros serían conversos, que deseaban que los conversos continuaran con sus costumbres en materia de comida, y circuncidaran a sus hijos, pues insistían en creerlo necesario para la justificación, o conveniente para la vida social, según lo dicho; otros serían, incluso, conversos gentiles que vieran en la circuncisión un medio de mantener el privilegio de religio licita otorgado a los judíos. Deben de ser los dolores de cabeza que le provocaba esta hostilidad el ángel de Satanás que lo abofetea para que no se engría (2ªCor: 12.7); pues no consta que padeciera enfermedades crónicas, sino más bien que tenía una salud de hierro.
No se sabe de qué grupo eran los perturbadores de Galacia, contra los que argumenta S. Pablo en su carta (Gál: 2.7 y 3.1ss). Comoquiera que sea, él aquí no hace distingos, y se contenta con llamarlos περιτεμνόμενοι = qui circumciduntur = dispuestos a circuncidarse (Gál: 6.13), y desearles que ¡Ojalá llegaran a mutilarse! (Gál: 5.12), sugiriendo irónicamente que podrían seguir la sangrienta costumbre de los galloi de Cibeles, la gran diosa madre de Pesinunte, y asegura que ‘el perturbador, sea quien sea, llevará su castigo (Gál: 5.10).
Tampoco se sabe quiénes llevaron a Corinto la semilla de los desgaros (σχίσματα = scissiones) de que S. Pablo se enteró, por los de Cloe: Cada uno dice Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, y yo de Cristo: Se ha supuesto que los que se consideran de Apolo serían aficionados a la retórica y filosofía griega, los de Cefas/Pedro algunos que desconfiaban de la autoridad apostólica de Pablo; y los de Cristo, el Cristuspartei de Baur – si no es que se trata de una boutade del propio Pablo, que habría interrumpido la enumeración exclamando ¡y yo de Cristo! – algunos que, engreídos en su propia sabiduría, presumían de entenderse directamente con Cristo; Sto Tomás (Super Ep.Iam ad Cor. 1. 1) supone que los Corintios valoraban su bautismo según la categoría del ministro (Pedro, Pablo, Apolo) y olvidaban de quién eran los méritos que le daban valor; y comenta el argumento de S. Pablo: ni Pablo fue crucificado por ellos, ni ellos bautizados en nombre de Pablo (1ªCor: 1.12-12), sino que todos están bautizados en nombre de Cristo crucificado, que no está dividido.¿Qué es Apolo? ¿Qué es Pablo? ¡Servidores por medio de los cuales habéis creído!, y cada uno según lo que Dios le dio. Yo planté, Apolo regó, mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer (1ªCor: 3.5-7).
13He de reconocer que no he leído el libro, ni sé, por tanto, si cae o no en el error que me temía, o acaso renueva algún otro de los conocidos: desde el ‘todo me es lícito’ de los Corintios, olvidando que ’no todo me conviene’ (1ª Cor: 6.12), hasta el espejismo luterano de la primacía absoluta de la fe, olvidando que ‘la fe obra por la caridad’ (Gál:5.8), o postulando con Tolstoi una feliz anarquía, o bien una arteigene Frömmigkeit, purificada de judaísmos, con el prenazi Paul Anton Lagarde (Bötticher), o un culto a alguno de los ‘deiculi atheorum’ (= diosecillos de ateos) de que hablaba un viejo ‘profesor de Teodicea’. Conviene, en todo caso, que, como diría el mismo S. Pablo, el que crea estar de pie mire no caiga (1ª Cor: 10,12); y que, aunque no seamos corintios, hebreos ni efesinos, tengamos presente alguna de sus saludables reprimendas: Gustosos soportáis a los fatuos, ¡vosotros que sois tan sabios! (2ª Cor: 11.19); porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito [literalmente ‘con comezón en los oídos] de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas (2ª Tim: 4.3); o la amarga comprobación de que la palabra que oyeron no aprovechó nada a aquellos que no estaban unidos por (que también se podría traducir por ‘afinados con’ o ‘sintonizados en’) la fe con lo que escucharon (Hebreos: 4.2), así que, continúa el santo ‘si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones (Ibid. 4. 7).
Incidentalmente, a propósito de una supuesta contradicción de S. Pablo entre su dicho de que ante Dios no hay hombre ni mujer (Gál: 3.28) y su prohibición de que las mujeres hablen en la Iglesia será oportuno distinguir entre la justificación ante Dios y la vida social, basada en convenciones cambiantes. Se ve que S. Pablo se acomoda aquí a las normas tradicionales que tenían por indecoroso que las mujeres tomaran la palabra en público. Para conocer su pensamiento habrá que tener en cuenta que él no dudó en aceptar la colaboración de numerosas mujeres, en Filipos fueron aquella Lidia, la 1ª cristiana de Europa, y luego Evodia y Síntique, en Corinto Cloe y Febe, diaconisa y ‘protectora’, en Corinto y Éfeso Priscila, en Roma María, Pérsida, Trifena y Trifosa, las anónimas madre de Rufo y hermana de Nereo. Y posiblemente habrá alguna más, oculta en uno de esos nombres ambiguos, que también pueden ser de varones; tales Ninfa, dueña o dueño de la casa en que se reunían los Colosenses de Laodicea, Junia, Julia (Rom: 16. 7,15) y Claudia (2ªTim: 4.21) quizás esposas, respectivamente, de Andrónico, Filólogo y Pudente; aunque no falta quien recuerde en esta Claudia a la Claudia Prócula, mujer de Pilatos que se interesó por Jesús en su proceso y es citada sin nombre en el Evangelio (Mat: 27.19).
A todas éstas se podría añadir, si fuera histórica, la joven Tecla = θεόκλεια = ‘gloria de Dios’, conversa de Iconio, que según el apócrifo del S. II Hechos de Pablo y Tecla recogido en la Leyenda áurea, (con un eco en el equívoco paréntesis ‘recuerda lo que sufrí por Tecla’ de la 2ªTim: 3.11, que también podría, sin más, referirse a la ‘gloria de Dios’), lo habría seguido como ayudante, y después de variadas peripecias habría sufrido martirio en Seleucia {Silifke}, puerto de Antioquía. Una de las numerosas mártires de ese nombre era venerada desde el Siglo III en el campo de Tarragona; y cuando, tras la Reconquista en tiempos de Ramón Berenguer III (1117), se quiso elegir una para patrona de la Diócesis, se convino en que fuera esta de Iconio, dada su mayor notoriedad, y por la posible presencia aquí de S. Pablo. Actualmente, por confusión de su nombre con el hispano árabe têqra = ‘caja’ se la ha considerado patrona ¡de la mecanografía y la informática!