Accidente de campo
“Le pedí al Comandante una canoa y un bichero muy largo, ya que es muy difícil conseguir esa planta, el Helianthemum salsoloides, y por intentarlo me caí de una altura de 30 a 35 pies, por un roque muy escarpado y no sé cómo no me maté. […] Iba con el ciudadano Sautier, que era mi ayudante y que me había dicho primero: Voy a subir en su lugar. Pero al ver que no se atrevía me quité los zapatos y subí con una rapidez asombrosa y corté la planta con el bichero. Quería bajar del mismo modo que había subido, pero cuando había bajado unos diez pies me agarré bien a una piedra grande en una hendidura. Esta piedra se soltó y caí a toda velocidad. El chico estaba a mitad del roque; lo golpeé al caer y lo aplasté un poco contra la piedra; se magulló un poco la cabeza. Cuando llegué abajo fue como si me hubiera roto. Pensaba que no podría volver a la ciudad. Mandé al muchacho a la ciudad para buscarme una camilla en casa del Cónsul y hombres que me transportaran. […] Llegó una mujer española que venía del barranco de lavar ropa, se acercó a mí y se sentó a mi lado hasta que recobrara el sentido. Mientras el muchacho había ido a buscar algunos hombres esta pobre mujer se compadeció mucho de la desgracia que me acababa de ocurrir. Pero como tardaba demasiado intenté incorporarme agarrándome a la mujer, que tuvo la amabilidad de no dejarme hasta que volvió mi ayudante con cuatro españoles para llevarme a la ciudad. El comandante Baudin y el Cónsul vinieron a mi encuentro. […] La noticia de mi caída ya había llegado hasta la ciudad y el comandante me mandó enseguida a los médicos de los dos barcos para curarme y al cabo de una hora me sangraron y me encontré mucho mejor.”
Anselme Riedlé, 1800
Traducción de las autoras de Viajeros franceses a las Islas Canarias