1799: Humboldt entre la Cueva del Hielo y el Pico
Dimos un rodeo a la derecha para examinar la Cueva del Hielo, situada a 1728 toesas de altitud, más abajo, por tanto, del límite en que comienzan las nieves perpetuas en esta zona. […] La nevera natural del Pico no posee aberturas perpendiculares por las que el aire caliente pueda salir, quedando inmóvil en el fondo el aire frío. Parece que el hielo se conserva allí a causa de su acumulación y porque su fusión se demora mediante el frío producido por una rápida evaporación. Este pequeño glaciar subterráneo se halla en una región en que la temperatura media no parece ser menor de 3º y no se alimenta, como los verdaderos glaciares de los Alpes, por las aguanieves que bajan de las cumbres. Durante el invierno se colma la cueva de hielo y nieve, y como los rayos del sol no penetran más allá de la entrada los calores del estío no son suficientes para vaciar el depósito. […]
Llegados a la cumbre del Pilón nos sorprendió no encontrar allí apenas suficiente sitio para sentarnos con holgura. Nos detuvo una pequeña muralla circular de lavas porfídicas a base de menelita (pechstein), que interceptaba la vista del cráter. […] En el Pico de Tenerife la cresta que circunda el cráter como un parapeto es tan elevada que impediría llegar a la caldera si por el lado este no hubiera una brecha que parece resultado de un derrame de lavas muy antiguas. Por esa brecha bajamos hasta el fondo del embudo, cuya figura es elíptica; el eje mayor tiene dirección noroeste sureste, más o menos a N 35º O. La mayor amplitud de la abertura nos pareció de 300 pies y 200 la menor. […] No se sentía calor sino en algunas fisuras de las que se desprendían vapores acuosos con un zumbido particular. Algunos de estos respiraderos o grietas se encuentran fuera del recinto en el borde exterior del parapeto que circuna el cráter. Metiendo ahí el termómetro lo vimos subir rápidamente a 68º y 75º. Indicaba sin duda mayor temperatura, pero no pudimos observar el instrumento sino tras haberlo retirado, por miedo de quemarnos las manos. […]
El Pico del Teide no tiene la ventaja de estar situado en la región equinoccial, pero la sequedad de las columnas de aire que se elevan perpetuamente por encima de las vecinas llanuras de África, transportadas con rapidez por los vientos del Este, da a las Islas Canarias una transparencia que supera no sólo la del aire de Nápoles y Sicilia, sino quizá también la pureza del cielo de Quito y el Perú. Esa transparencia puede ser considerada como una de las causas principales de la belleza del paisaje en la zona tórrida: es la que realza el destello de los colores vegetales y contribuye al mágico efecto de sus armonías y oposiciones. Aunque la gran masa de luz que circula en torno de los objetos fatiga durante una parte del día los sentidos externos, el habitante de los climas meridionales se ve compensado con goces morales. Corresponden a la transparencia del aire circundante una claridad brillante en las ideas y una serenidad interior.
Alexander von Humboldt, 1799
Traducción de Lisandro Alvarado