Miedo a los piratas
“A las 4 de la tarde fondeamos en una ensenada al este de El Hierro. Esta ensenada y todas las costas de la isla están rodeadas de montañas inaccesibles que forman un sinfín de precipicios. No habíamos echado todavía el ancla cuando vimos aparecer en la montaña varios isleños que amenazaron con dispararnos si no cambiábamos de rumbo, pues nos tomaron por piratas. Nuestro capitán, conocido en la isla por varios viajes que había hecho los tranquilizó: mi hábito fue un segundo testimonio de que no éramos piratas. Después de reconocernos bajaron de la montaña, vinieron hasta la orilla a echarnos una mano para desembarcar y nos acompañaron hasta la aldea. Los caminos son muy difíciles, en esta isla todo son precipicios. Llegamos muy tarde y al no saber dónde alojarnos entramos en un convento de la orden de San Francisco. Pedí hospitalidad al superior que primero se presentó y la concedió de buen grado para mí y para los demás. Nos hizo traer alguna fruta, pues no tenía otra cosa que darnos, y ordenó a un religioso que nos preparara unas esteras, ya que no tenían otras camas y pasamos la noche muy bien.”
Louis Feuillée, 1724
Traducción de las autoras de Viajeros franceses a las Islas Canarias