Puerto de la Luz
“En el extremo nordeste de Gran Canaria hay una península, de unas dos leguas de perímetro. El istmo que la une al resto de la isla es de unas dos millas de largo y un cuarto de milla de ancho en su parte más estrecha. A cada lado de este istmo hay una bahía, que en la parte noroeste está expuesta al oleaje del mar y es, por tanto, una rada inadecuada para los barcos, pero las embarcaciones pequeñas pasan entre una barra de arrecifes y la playa, y fondean allí tranquilas y protegidas de todos los vientos y de los temporales. Es aquí donde los nativos reparan sus barcos pequeños.
Al otro lado del istmo hay una espaciosa bahía de arena, que unos llaman Puerto de la Luz y otros Puerto de las Isletas, debido a unos roques altos o islas que hay en la entrada de la bahía, hacia el nordeste. Este es un buen fondeadero para barcos de cualquier tonelaje con todos los vientos, excepto el del sudeste, del que está desprotegido, pero este viento (que aquí no es habitual) pocas veces sopla tan fuerte como para poner en peligro las naves.
El lugar de desembarco se encuentra en el mismo recodo de la bahía, en donde el agua está generalmente tan tranquila que un barco puede estar de costado en la playa sin peligro. En este desembarcadero hay una ermita o capilla dedicada a Santa Catalina, y un castillo armado con cañones, pero de muy poca potencia. A una legua de aquí, siguiendo la playa hacia el este, se encuentra la ciudad de Las Palmas, la capital de la isla. Entre la ciudad y el castillo mencionado hay otros dos fuertes con cañones, pero desprovistos de guarnición, excepto unos cuantos inválidos. Al otro extremo de la ciudad hay otro castillo, llamado de San Pedro. Ninguno de estos tiene capacidad ofensiva.”
George Glas, 1764
Traducción de Francisco Javier Castillo y Carmen Díaz Alayón