San Borondón y las corrientes marinas
“Hoy día sabemos que en la zona tórrida los vientos alisios y la corriente de los Trópicos se oponen a cualquier movimiento de las olas en el sentido de la rotación de la Tierra. Los productos del Nuevo Mundo no podían llegar al Antiguo sino a latitudes muy altas y siguiendo la dirección de la corriente de La Florida. A menudo frutos de diversos árboles de las Antillas eran arrojados a las costas de las islas de Hierro y de La Gomera. Antes del descubrimiento de América los canarios consideraban tales frutos como provenientes de la isla encantada de San Borondón, que según la imaginación de los pilotos y según algunas leyendas se hallaba situada hacia el oeste, en una zona desconocida del océano que se suponía envuelta en nieblas perpetuas.”
Alexander von Humboldt, 1799
Traducción de Sergio Toledo
“Hacia comienzos del siglo XVI, habiendo asegurado un marino que había sido arrojado por una tormenta a una isla –a la que había bajado, siendo muy difícil de abordar- se intentó ir a ella. Se aseguraba que esta isla se veía desde La Gomera y El Hierro, que sus tierras eran lo suficiente mente altas para poder distinguirlas desde 40 leguas de distancia, que tenía 87 leguas en una dimensión, 28 en otra y que se extendía de norte a sur. Siguiendo estas informaciones varios pilotos la intentaron alcanzar, pero sus búsquedas resultaron vanas. En aquella época se creía de tal forma en la existencia de San Borondón que en el tratado de paz firmado el 4 de junio de 1529 entre Portugal y Castilla, en el que la corte de Lisboa cedía todos sus derechos sobre Canarias, se mencionó esta tierra imaginaria con el nombre de Non Trobada o Encubierta. […] San Borondón sólo es uno de esos montones de vapores y nubes que asemejan tan bien la forma de tierras, incluso quizá las Salvajes exageradas.”
Bory de Saint-Vincent, 1800
Traducción de José Antonio Delgado Luis