La Llegada
“A las cinco, con el sol muy bajo, la isla de Lanzarote se presentó con tanta claridad que pude tomar el ángulo de elevación de una montaña cónica que domina majestuosamente sobre las otras cimas y que creímos que era el gran volcán que tantos estragos había producido el 1 de septiembre de 1730.
La corriente nos arrastró hacia la costa más rápidamente de lo que hubiéramos deseado. Al avanzar descubrimos la costa de Fuerteventura, célebre por el gran número de camellos que cobija; poco tiempo después vimos la isla de Lobos, en el canal que separa Fuerteventura de Lanzarote. Pasamos una parte de la noche sobre cubierta. La luna iluminaba las cimas volcánicas de Lanzarote, cuyas vertientes, cubiertas de ceniza, reflejaban una luz plateada. Antares brillaba cerca del disco lunar, que sólo se había elevado unos pocos grados por encima del horizonte. La noche era de una serenidad y un frescor admirables. Aunque estuviéramos muy poco alejados de las costas de África y del borde de la zona tórrida el termómetro centígrado no marcaba más allá de los 18º. La fosforescencia del océano parecía acrecentar la cantidad de luz que se expandía por la atmósfera.”
Alexander von Humboldt, 1799
Traducción de Sergio Toledo