El agua
“En las ciudades las fuentes públicas son abastecidas por acueductos de madera, de construcción basta y poco sólida. El de Santa Cruz tiene su punto de partida cerca de un manantial situado en la cima de las montañas boscosas que hay entre La Laguna y San Andrés. El agua suministrada por este manantial se precipita al fondo de un barranco; desde allí corre por un canal de piedra, cuya dirección es muy regular. Muy pronto se une con un nuevo canal de madera, que recibe las aguas del primero y las lleva sin interrupción hasta la ciudad. La construcción de este segundo canal es sencilla: imagínense una larga sucesión de vigas de pino ahuecadas en forma de canalones, apoyadas unas sobre otras en sus extremos. A su vez estas viga se apoyan en otras verticales, fijadas en las grietas de los peñascos y cuyas alturas son proporcionales a la desigual altura del barranco. He visto acueductos parecidos en otros lugares de la isla. El de Tacoronte tiene su origen en el monte de Agua García y los de las dos Orotavas en Monte Verde al pie del Pico.
La reparación de estos canales poco sólidos ha costado sumas inmensas, que hubieran sido suficientes para construirlos de piedra. […] Existe un abuso intolerable en la distribución de estas aguas. Los monjes y la gente rica, cuando sus casas se encuentran en las cercanías de un acueducto, se permiten desviar una parte del agua para utilizarla en sus distintas necesidades. Este despilfarro ocasiona que las fuentes públicas estén con frecuencia secas, sobre todo en verano. En las fuentes donde desembocan estos acueductos, hombres y mujeres pobres, llenan de agua pequeñas barricas de madera, las cargan en la cabeza y van a venderla por las calles; algunos transportan tres o cuatro en un burro. Como esta agua es bastante dura los habitantes tienen la costumbre de filtrarla a través de una piedra que es muy común en sus canteras.”
André-Pierre Ledru 1796
Traducción de José Antonio Delgado Luis