Viajeros del siglo XVIII en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

La Laguna

“El pueblo quiere mucho a los extranjeros; prueba de ello son las muestras de afecto que nos hicieron a nuestra llegada. El Rey de España estableció aquí a un virrey que tiene su residencia habitual en La Laguna, que es la ciudad más importante de la isla de Tenerife, a dos leguas del mar. […] Las calles son largas y anchas, pavimentadas, aunque llenas de hierbas por un lado. Las iglesias no tienen nada de extraordinario, ni por su arquitectura ni por su magnificencia. Están adornadas a la española, es decir, con imágenes vestidas de pies a cabeza. Sin embargo, se hallan embellecidas en su exterior por grandes torres, altas y cuadradas, construidas con piedra de sillería. En esta capital, como en el resto de la isla, hay varios conventos de diferentes órdenes religiosas, tanto de hombres como de mujeres, y todos muy habitados.”

Godefroy Loyer, 1701

Traducción de las autoras de Viajeros franceses a las Islas Canarias

“Esta ciudad es la capital de la isla y tiene dos iglesias parroquiales, tres conventos de frailes, dos de monjas y tres hospitales, dos de los cuales son para las enfermedades venéreas y el otro para los expósitos, además de un buen número de espléndidas casas particulares. […] El agua que consumen los habitantes se trae a la ciudad en canalones o atarjeas desde las montañas al sur del llano. En esta ciudad no hay comercio ni señal alguna de negocios y la habitan mayormente las personas principales de la isla, en particular los funcionarios de justicia, como el corregidor y su teniente, los regidores o Cabildo, y el juez de Indias, que está al frente de la Casa de Indias, donde se resuelven todas las cuestiones referentes al comercio americano. También hay aquí un Oficio de la Inquisición, con sus propios funcionarios, que depende del Tribunal del Santo Oficio de Gran Canaria. Aunque en este lugar viven todas esas personas, la ciudad se presenta, a los ojos de un extranjero que pase por ella, como desolada y casi deshabitada, porque apenas se puede ver a alguna persona por la calle y en las más concurridas se puede observar que crece la hierba.

En la parte sur de la ciudad, o mejor, detrás de ella, hay una laguna de media milla de contorno de la que toma su nombre, que se seca en verano, pero está llena de agua estancada en invierno. Esta ciudad, situada en un llano y a mucha altura sobre el nivel del mar, es muy fría en invierno y se halla expuesta al viento en todas las estaciones. […] Los habitantes de La Laguna han plantado un alameda en la parte alta de la cuesta o extremo del llano, justo donde la carretera baja hacia Santa Cruz, pero la fuerza del viento hace que todos los árboles estén inclinados hacia el sudeste y despojados de las hojas.”

George Glas, 1764

Traducción de Francisco Javier Castillo y Carmen Díaz Alayón