La Orotava
“Esta ciudad sin amurallar se levanta sobre la ladera muy pendiente de una elevada montaña, donde nace un manantial espléndido. El agua se lleva a la ciudad por medio de canales de madera alzados sobre el terreno y hace girar algunos molinos. Luego de divide en varios canales para comodidad de la población, que la utiliza para regar sus huertos y para uso doméstico.
La parroquia está en el centro de la ciudad. La casa del Marqués de La Florida, donde realicé todas mis observaciones durante el tiempo que permanecí allí, se encuentra muy cerca, separada sólo por la calle. En lo alto de la villa hay otra iglesia pequeña, donde el sacerdote lleva a cabo todas las tareas de la parroquia. Además, hay seis conventos: dos de mujeres y cuatro de religiosos.
[…] Las calles de esta villa son intransitables y hay que ser un buen jinete para subirlas a caballo. El campo es muy agradable, hay unas viñas muy hermosas plantadas entre piedras y rocas y algunas casas de campo donde los pobladores tienen sus barricas para guardar el vino durante la vendimia. La mejor malvasía se produce en estas tierras. Los ingleses se llevan este vino tan delicioso, que es el único comercio que se hace en las Islas, y se calcula que cada año aporta a Tenerife hasta 400.000 piastras.”
Louis Feuillée, 1724
Traducción de las autoras de Viajeros franceses a las Islas Canarias
“Hace unos dos años y medio un convento de monjas de la Villa de La Orotava se incendió de amanecida, cuando aún estaba oscuro y ardió tan rápidamente que las monjas apenas tuvieron tiempo de salvar la vida. Es costumbre de mucha gente de esta tierra dormir, cuando hace calor, sin camisas ni camisones, y por ello algunas de las pobres monjas, sin tiempo de ponerse nada encima, salieron completamente desnudas y algunas personas de la muchedumbre que se habían congregado se quitaron sus mantos y las cubrieron con ellos. Varios individuos entraron en las celdas del convento y a la vista de todos se sentaron tranquilamente y se atracaron con las conservas y los dulces de la casa, a pesar de que el Vicario les gritó y amenazó con excomulgarlos. Señalo esto para dar una idea de la inclinación al robo que tiene la clase baja.”
George Glas, 1764
Traducción de Francisco Javier Castillo y Carmen Díaz Alayón