Viajeros del siglo XVIII en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Paisajes del Teide

“La abundancia de lluvias que lleva a esas montañas la ascensión natural del aire tendría que dar origen a un gran número de manantiales. Sin embargo, son muy escasos, pues la tierra no está lo suficientemente compacta como para retener las aguas pluviales que, al filtrarse a través de los restos volcánicos, van a verterse en su mayoría al mar sin haber formado arroyos. […] Caminábamos con bastante dificultad sobre los restos volcánicos, pues nuestros pies se hundían hasta la mitad en ellos. Encontramos bloques de puzolana, diseminados a gran distancia unos de otros. […] El lugar llamado La Rambleta, situado al noroeste, ofrecía a nuestra curiosidad ciertas aberturas hechas en la roca, algunas de un decímetro de ancho y otras que eran simples grietas, de donde salían unos vapores acuosos sin olor, aunque sus bordes estuviesen cubiertos de cristales de azufre asentados sobre una tierra muy blanca, que tenía apariencia de arcilla. Se introdujo un termómetro de mercurio, graduado según la escala de Réaumur, donde en el lapso de un minuto marcó 43º sobre cero. En otros se elevó a 30º. […] Esta cima termina en una cresta cuya mayor altura está hacia el noroeste. Al sudoeste se observa una gran depresión, que perece haber sido producida por el hundimiento de tierras. […] Hermosos cristales de azufre, la mayoría en forma de agujas y muy regulares, adornan los bordes de estos agujeros. Junto con el agua el ácido sulfúrico ha ocasionado tal alteración en los productos volcánicos próximos, que se los tomaría por una arcilla muy blanca. […] La descomposición del azufre y de los productos volcánicos produce una sal aluminosa en forma de agujas extremadamente finas.”

Jacques-Jullien de Labillardière, 1791

Traducción de José Antonio Delgado Luis

“Llegamos a unas grandes rocas sueltas, donde había una especie de cabaña hecha de piedra seca. El guía nos dijo que el nombre de este lugar era Estancia de los Ingleses, llamada sí, supongo, por los ingleses que descansaban aquí cuando subían al Pico, porque nadie hace esta excursión sino los extranjeros y algunos pobres de la isla que se ganan la visa recogiendo azufre. La clase alta española no tiene curiosidad de este tipo. […] Hay que señalar que el aire por encima de las nubes es mucho más fino, más puro y más libre de vapores que el aire por debajo, porque antes de llegar a la Estancia de los Ingleses observamos que la luna y las estrellas relucían con un brillo inusual. […] No hay lugar en el mundo más apropiado para un observatorio que La Estancia. Si en este lugar se construyera una casa o cabaña caliente y espaciosa en la que los astrónomos puedan estar instalados mientras dura el buen tiempo, o sea, todo julio, agosto y septiembre, ellos podrían hacer sus observaciones, tomar nota acerca del viento y del tiempo por encima de las nubes y observar su naturaleza y propiedades.”

George Glas, 1764

Traducción de Francisco Javier Castillo y Carmen Díaz Alayón