Pobreza y enfermedades
“El extranjero que ve por primera vez la población de Santa Cruz y de sus alrededores experimenta tanto asombro como asco. No sabe de qué afligirse más, si del cuadro de degradación de la especie humana o del descuido ciertamente culpable del gobierno. Por todas partes, en todos los barrios de la ciudad, encuentra una multitud de mendigos harapientos, casi desnudos, cuya mayoría muestran a los ojos de los transeúntes llagas y úlceras, verdaderas o simuladas y cuya curación demoran a propósito. Los niños corren por las calles sin ninguna clase de vestido; sus cuerpos, lívidos y demacrados, son de una suciedad escandalosa; toda esta chusma, enemiga del trabajo, no piensa en conseguir una buena posición; pasa la noche acostada en los bancos, cerca de las casas, y no desea otro domicilio; se contenta con una pequeña limosna o con algunos desechos de comida que les distribuyen en las puertas de las casas particulares o de los conventos. Son sobre todo las mujeres las que mendigan con más empeño y, además, colman de injurias a quienes rechazan darles alguna moneda.”
Jacques-Gérard Milbert, 1800
Traducción de José Antonio Delgado Luis
“Las enfermedades más comunes, las que pueden considerarse como endémicas, son las afecciones gástricas pertinaces, a menudo complicada con adinamia, las diarreas pútridas y crónicas, las fiebres adinámicas, las caquexias escorbúticas, las inflamaciones cutáneas de diversa especie; la sarna, que afecta horriblemente a la mayoría de los individuos, y una dolencia mucho más peligrosa y muy análoga, se asegura, a la elefantiasis. Todas esas enfermedades, que atacan en especial a la clase baja, parecer tener su origen común en la mala alimentación. […] El bajo precio del pescado salado hace que su consumo sea abundante. Pero, tristemente, esa ventaja se compensa con las enfermedades mencionadas y que parecen derivarse en gran parte de la naturaleza salina, acrimoniosa y pútrida de ese alimento. […] Sin embargo, también el consumo de agua de poca calidad podría no ser extraño a las diversas afecciones citadas. En efecto, la escasez de fuentes, cuya mayoría se seca en la estación cálida, obliga a los habitantes a recoger el agua de lluvia en amplios aljibes, donde permanece varios meses y donde probablemente se desnaturalice, lo que luego produce principios más o menos deletéreos en la economía corporal. Las enfermedades sifilíticas son demasiado comunes en Tenerife. Su origen hay que atribuirlo a la vez al clima caluroso, a la indolencia de los habitantes, a su excesiva suciedad, al gran número de soldados, a la afluencia de marineros, que desembarcan allí desde todas las partes del mundo, a la falta absoluta de cualquier tipo de higiene pública, a la poca instrucción de los profesionales de sanidad del país y, sobre todo, a la multiplicidad escandalosa de mujeres públicas que en las calles, muelles, e incluso en las iglesias, persiguen a los extranjeros para ofrecerles a bajo precio sus pérfidos placeres, origen funesto de crueles y largas enfermedades.”
François Péron, 1800
Traducción de José Antonio Delgado Luis