DISEÑO Y COORDINACIÓN: Ignacio Rodríguez Alemparte
Este taller se realiza en la propia sede de FUNDORO, tras haber visitado la colección museográfica. También puede servir como complemento al taller "La medición histórica del Teide".
Mucha gente desconoce que desde el comienzo de los viajes trasatlánticos a partir de finales del siglo XV, y durante los tres siglos siguientes, uno de los mayores retos centíficos fue encontrar un método para poder determinar con precisión la longitud en el mar. Tras la conquista de América, la apertura de rutas comerciales con el Nuevo Continente hizo que la cantidad de barcos que cruzaban el océano creciese de forma exponencial. Para poder trazar rumbos adecuados y llegar a sus destinos, los pilotos precisaban conocer su posición exacta en medio del océano, donde no hay referencias visuales como ocurre cerca de la costa. Ya desde Ptolomeo se dividió la Tierra en una cuadrícula con dos dimensiones: latitud (Norte y Sur) y longitud (Este y Oeste).
Saber la latitud -es decir, la distancia al ecuador- era fácil desde muy antiguo, pues bastaba medir el ángulo del sol con el horizonte, que podía hacerse mediante aparatos sencillos.
Sin embargo, medir la longitud era un problema mucho más complejo, porque los meridianos, al contrario que los paralelos, son un artificio que no responde a ninguna relación astronómica. Los navegantes usaban métodos como el del "punto estimado", tan poco fiables que provocaban grandes errores de posicionamiento, a veces de cientos de millas y en no pocas ocasiones con consecuencias trágicas.
La búsqueda de un método para calcular la longitud en el mar se convirtió entonces en el principal reto científico. Y lo fue hasta tal punto que involucró a las grandes mentes de la época (Galileo, Cassini, Newton, Halley o Hooke), implicó a parlamentos, reyes y mecenas, provocó la creación de observatorios astrofísicos como Greenwich, la convocatoria de premios millonarios, el surgimiento de los primeros organismos estatales creados explícitamente para la investigación. Las investigaciones para la longitud supusieron grandes descubrimientos en muchas áreas, disparates, intrigas, espionaje... hasta que el problema fue resuelto de una forma sorprendente por un hombre sin estudios.
El taller se realiza en la biblioteca de FUNDORO, que se establece como sala de mando de un galeón del S.XVIII como el que acaban de visitar en el museo. El alumnado se divide en grupos (3 o 4 alumn@s), cada uno con un nombre, un cuaderno y un bolígrafo. El nombre de cada grupo será el de un barco, que participa con los otros en un juego sobre un panel magnético. En dicho juego los barcos deben tratar de llegar al meridiano de El Hierro para ponerse a salvo de los corsarios (pues, según los tratados de la época, estaba prohibido atacar naves extranjeras al este de dicho meridiano). Además, una fragata de corsarios trata de alcanzarlos antes de que alzancen dicho meridiano. Cada actividad o pregunta respondida da puntos a los equipos para que su barco avance.
A lo largo del taller el alumnado deberá resolver problemas sencillos (se resuelven con sumas, restas y reglas de tres), y tomar medidas angulares con un sextante (se explica funcionamiento). La resolución correcta proporciona puntos para avanzar en el juego.
A lo largo del taller se van planteando al alumnado "preguntas a ciegas". Se trata de preguntas relacionadas con lo que se va contando, cuya respuesta probablemente desconocen, pero diseñadas de manera que incitan su curiosidad. La respuesta a dichas preguntas implica conseguir puntos, que permiten al barco de cada grupo avanzar en el tablero.
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