Gracias al desarrollo de los barcos de vapor que hacían rutas transatlánticas de forma más o menos regular, Canarias se convirtió en parada habitual para los viajeros ingleses y franceses que venían de Europa, saliendo de puertos como Liverpool, Londres, Havre o Marsella, y llegando a Santa Cruz o Las Palmas. El viaje podía tardar entre cinco y ocho días dependiendo de la distancia, tipos de barcos y condiciones del mar.
Habría que añadir que hasta la década de los setenta del siglo XIX seguía habiendo muchos más vapores con pasajeros a Madeira, a Funchal, que a Canarias. Las razones eran que Madeira tenía más tradición en el desarrollo del turismo y mejores infraestructuras, pues en ese momento ni Tenerife ni Gran Canaria tenían apenas establecimientos adecuados para alojar a los turistas, algo que no se subsanaría hasta los años ochenta. Los enfermos que estaban en la isla portuguesa y querían trasladarse a Canarias tenían barcos semanales que en un día realizaban la travesía.
El número de turistas que llegaban a Canarias en los años 1886-1887 era de alrededor de 500, pasando a ser de unos 5000 en el año 1890, y aproximadamente 8500 en 1910.
Respecto a los transportes terrestres dentro de las Islas habría que decir que hasta los años sesenta del siglo XIX no se empezaron a construir carreteras en Tenerife y Gran Canaria (mucho más tarde en las otras islas). En Tenerife las primeras carreteras pavimentadas fueron las que iban desde Santa Cruz hasta el Valle de La Orotava, y hacia el sur hasta Güimar; en Gran Canaria, desde Las Palmas hacia Tamaraceite, Teror y Arucas, y hacia el sur hasta Telde. El trasporte se hacía al principio en mulos y caballos, y desde la segunda mitad del siglo XIX en diferentes tipos de carruajes, regulares o de alquiler, con varias paradas para respostaje y descanso/comidas de los viajeros (típico el caso de La Matanza en el norte de Tenerife). Fuera de estas rutas, tanto dentro de los pueblos o ciudades o en excursiones varias —por supuesto en la subida al Teide— el transporte era muy difícil e incómodo, fuera a pie o en mulos o caballos, con sus consiguientes guías, a la vez arrieros o muleros.
Hay que decir que a partir de los años ochenta los servicios mejoraron en rapidez, regularidad y cierta comodidad, aunque no hubo un cambio sustancial en el modelo de transporte salvo por la incorporación del tranvía. Un tranvía de vapor funcionó en Las Palmas de Gran Canaria desde 1890, y en Tenerife un tranvía eléctrico desde 1901, que se mantuvo hasta 1952, primero desde Santa Cruz hasta La Laguna, y a partir de 1904 hasta Tacoronte, facilitando parte del trayecto hasta Puerto de la Cruz.