Sin embargo, la primera empresa turística de Canarias vino de la mano de la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de la Orotava, que en 1886 establecería el Orotava Gran Hotel, el primer hotel-sanatorio de Canarias. La Compañía también puso en marcha otros hoteles como el Buenavista o el Monopol, además de arrendar casas particulares para huéspedes, y hacerse cargo del Hotel Marquesa. Otra compañía, la compañía Taoro, pondría en marcha en 1890 el Gran Hotel Taoro, modelo de establecimiento para enfermos, invalids, un sanatorio con todas las comodides, zonas de descanso y recreo, paraíso del ocio confortable (el hotel estuvo en manos de alemanes entre 1905 a 1911 bajo el nombre Kurhaus Humboldt). En Las Palmas se crearía, en paralelo, un hotel de similares características que el Taoro, el Hotel Santa Catalina, desde 1890. Como se ve, gran parte del impulso de empresas turísticas viene de la mano de las inversiones inglesas, en conjunción con algunos empresarios locales. Lo cual es lógico pues la mayor parte de los turistas en esta época eran ingleses, y se fueron formando, o ya existían de hecho tiempo atrás, colonias inglesas en el Puerto o en Las Palmas.
Como nos dice Nicolás González Lemus y Pedro Mirando Bejarano, autores a los que hemos seguido en los textos previos:
«Así, entre la última década del siglo XIX y la primera del siguiente, Canarias va a ser testigo de la aparición de una oferta hotelera de alto standing. En Las Palmas de Gran Canaria son ejemplos de esta oferta de alta categoría el hotel Metropol, instalado por Alfred L. Jones de la Elder Dempter and Co., el hotel Santa Brígida construido por el británico Alarico Delmar y en Santa Cruz de Tenerife el hotel Pino de Oro, y aparecen en escena el hotel Quisisana, construido también por otro británico, Henry Wolfson, el hotel Battenberg, sin olvidar el encantador hotel que construyó Louis G. Camacho en Tacoronte, anteriormente señalado.
A pesar del constante crecimiento de turistas, su número nunca fue lo suficientemente importante como para dar beneficios económicos a las compañías que gestionaban estos lujosos hoteles. La misma situación es extensible para el resto de los hoteles de menos categoría. Como ejemplo de ello mencionamos de forma paradigmática la crisis del hotel Taoro, punta del iceberg de la permanente crisis que azotó al sector turístico canario en la última década del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. En efecto, los primeros años del turismo en Canarias, y en particular en el Puerto de la Cruz, (desde 1885 hasta 1914), estuvieron salpicados de muchos problemas, algunos de ellos de difícil solución, y que provocarían irremediablemente permanentes crisis en el sector. En términos generales, hubo un avance considerable de visitantes y su afluencia crecía cada año. En 1886 el Puerto de la Cruz recibió 300 turistas, mientras que en 1895 recibió 2.871. De estos, 2.000 eran británicos, una cantidad muy baja teniendo en cuenta que desde los años noventa hasta los primeros del presente siglo desde Gran Betraña a Italia viajaron 90.000 y solamente a Niza en el año 1890 fueron 100.000 extranjeros, de los cuales muchos eran británicos. El hotel Taoro esperaba recibir 2.500 huéspedes por temporada. Sin embargo, el máximo alcanzado fue de 1.200 en la temporada 1900-1901.»
(El Turismo en la Historia de Canarias, Nicolás González Lemus y Pedro G. Miranda Bejarano, Nivaria ediciones, 2002)
Varias fueron las causas que obstaculizaron el desarrollo del turismo insular en sus inicios. Siguiendo a los autores citados habría que señalar:
- a) Una de ellas fue la ausencia de líneas navieras directas. Hubo muy pocas líneas que tuvieran como destino Canarias, la mayor parte tomaban los puertos canarios como escala en sus rutas hacia el Sur.
- b) Las compañías marítimas —que no eran agencias de viajes— solucionaban el transporte pero no el alojamiento en las Islas, que corría por cuenta del viajero.
- c) La crisis permanente hace mella en los distintos establecimientos hoteleros, muchos de los cuales se ven obligados a cerrar, o es fácil que cambien de manos en poco tiempo.
Para paliar estos problemas a principios del siglo XX la propia Administración y los Cabildos —esta vez no la iniciativa privada, como había sido hasta ahora— ponen en marcha varias instituciones oficiales, pero primero la erupción en Tenerife de 1909 y, sobre todo, el estallido de la Primera Guerra Mundial corta el flujo de visitantes (fundamentalmente británicos) a las Islas. En el periodo de entreguerras, que sigue intentando fomentar desde instancias oficiales el turismo, se ve una ligera mejoría en el sector, pero esto se termina con la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial.