Luz zodiacal
Luz zodiacal, dinámica del calor
El temade la luz zodiacal, siempre interesante, se presentaba en un momento oportuno, no sólo porque era la primera ocasión que se me ofrecía para complementar las observaciones que ya había realizado en el hemisferio sur, sino también para verificar algunas ideas nuevas publicadas recientemente y que no eran muy afines a la teoría dinámica del calor. Realmente tendían a privar a esa concepción matemática de uno de sus logros cósmicos, es decir, la explicación de la verdadera naturaleza y origen real del calor solar.
[…] Una vez que se acabó el crepúsculo observamos muy claramente la extraña banda luminosa, aunque la inclinación de la eclíptica era tal que sólo permitía un ángulo de 31º de su eje con el horizonte y por ello, pese a la pureza y claridad del aire a 2700 metros de altura, no había nada que hacer. De todas formas, observamos instrumentalmente, noche tras noche, todos los demás parámetros de longitud, anchura en el horizonte y otros datos sobre el vértice o ápice de la luz zodiacal.
Gradualmente la inclinada lengua fue desapareciendo por el oeste y durante varias horas nos quedamos solo con las estrellas y la Vía Láctea como únicos objetos de observación. Pero a las dos de la madrugada algo empezó a aparecer por el este, que a las cuatro se había convertido en una magnífica luz zodiacal, con una longitud de 63º y formando un ángulo de 75º con el horizonte. Tan brillante era cerca de su base que incluso producía un ligero resplandor por el oeste y de vez en cuando podíamos adivinar su cola, de la más sutil luz que pueda concebirse, casi extendiéndose hasta el cenit. Pero observamos, mientras hacíamos las mediciones, que no quedaba duda sobre la forma lenticular de esta importante masa de luz, ni de la situación, siempre muy constante, de su vértice.
Charles Piazzi Smyth, Tenerife: La experiencia de un astrónomo (1858)
Traducción de Emilio Abad Ripoll