Gáldar y la cueva pintada
Se comprende que los antiguos reyes de la isla hayan elegido este valle como lugar de residencia. En Gáldar se encontraba ese palacio notable del guanarteme del norte de la isla. Unos bárbaros destruyeron esa reliquia para apoderarse de los materiales; otros han intentado hacer desaparecer la bella cueva pintada que ya he descrito. Con el pretexto de que los escasos visitantes que iban a verla destruían algunos tallos de tuneras, el propietario del terreno la llenó de escombros hace unos cuantos años. Su recuerdo se iba perdiendo poco a poco y fue un ciego quien tuvo que indicar su emplazamiento a mi amigo don Diego Ripoche para salvarla de la destrucción completa.. Obtuvo la autorización para descombrarla parcialmente y encontró pinturas bastante bien conservadas. El Consejo Municipal terminó de vaciar la cueva e hizo construir delante un murete para sostener la tierra y una escalera que permite bajar con facilidad.
[…] También es al Consejo Municipal y, sobre todo, al alcalde a quien se debe la conservación de una antigüedad de otro tipo. Quiero hablar del más bello y viejo drago de la isla. Plantado en el estrecho patio de la Alcaldía, lo cubre por completo y casi no deja penetrar la luz por ese lado. También propusieron derribarlo. Ahora bien, el edificio recibe la luz del día por los otros tres lados y además es una casa vieja que habrá que cambiar dentro de poco. El alcalde, haciendo valer estas razones, ha podido salvar a uno de los veteranos de una especie que se vuelve cada vez más rara.
No hay que reprochar demasiado a los canarios su barbarie. La mayoría, muy ignorantes, no se dan cuenta del valor de lo que destruyen. En muchos casos es el fanatismo religioso lo que los ha hecho actuar. Los antiguos habitantes eran herejes y, por tanto, debe serle agradable a Dios ver desaparecer las menores huellas de una raza que no creía en Cristo, de quien, por otra parte, nunca habían oído hablar. El pastor que destroza una vasija o un esqueleto guanche en el fondo de un barranco está convencido de que obra piadosamente y que le será tenido en cuenta en el Juicio Final.
René Verneau, Cinco años de estancia en las Islas Canarias (1891)
Traducción de José Antonio Delgado Luis