Higos y uvas
A veces pasamos junto a algún lagar o a miles de higos puestos a secar que son una verdadera droga en el mercado de El Hierro, hablando metafóricamente, ya que El Hierro no posee mercado alguno. ¡Son unos higos tan deliciosos, maduros, grandes y jugosos! Son tan apreciados por los habitantes de las otras islas que de vez en cuando los regalan como algo especial. Crecen salvajes así que cogemos los que queremos mientras cabalgamos, volviéndonos hacia los árboles y cogiendo la fruta desde nuestras sillas. Había higos pudriéndose en el suelo en grandes cantidades y secándose sobre los muros y tejados por miles y, sin embargo, El Hierro no los exporta a otros lugares. Si los herreños, que son tan pobres que harían lo que fuera por un poco de dinero, supieran cómo preparar los higos para el mercado inglés, pronto se convertirían en serios rivales y llegarían a sobrepasar a los de Esmirna en cuanto a aceptación. Los que compramos en Inglaterra no pueden compararse con éstos ni en sabor ni en tamaño pero, claro está, están secados y prensados de otra forma, la ortodoxa. (…)
Más adelante llegamos a una casa y a un lagar y, como los hombres estaban pisando uvas, nos detuvimos a ver el proceso. Había un recipiente de madera, grande y cuadrado como un depósito, a unos pies sobre el suelo y cubierto con un sombrajo para resguardarlo del sol, medio lleno de uvas. Tres hombres, con los pantalones remangados hasta las rodillas, sus piernas y sus pies sucios -mugrientos-, pisaban las uvas haciendo que el jugo fluyese por los tubos de madera llenando los barriles colocados expresamente para recogerlo.
Olivia Stone, Tenerife y sus seis satélites (1887)
Traducción de Juan Amador Bedford