Inscripciones aborígenes
Los letreros están grabados en una corriente de lava lisa y completamente desnuda. Nada más llegar me puse a estampar todos aquellos signos extraños. El calor era tan fuerte que el papel se secaba tan pronto como lo humedecía. Un hombre tuvo que exprimirme constantemente una esponja, mientras que yo con la brocha hacía penetrar el papel en las hendiduras. A causa de ello el agua disminuyó rápidamente y al mediodía ya casi no nos quedaba. Tuve que volver al día siguiente para continuar el trabajo. Después de haber explorado los altares de sacrificios que se encuentran en la vecindad y el lugar sagrado del que hablé en la primera parte de este libro me puse en camino para volver a El Pinar, donde llegué a una hora avanzada de la noche. Como empleaba mucho tiempo en el viaje, los días siguientes pernocté en una cueva, mientras que los hombres volvían a aprovisionarse de agua. Así pude terminar mis estampaciones bastante pronto y hacer, en las cuevas vecinas, fructuosas excavaciones.
Cerca de la aldea, en un acantilado cortado a pico, también hice buenas recolecciones en varias cuevas sepulcrales que pude alcanzar con la ayuda de cuerdas. Este género de ejercicios me era ya familiar y no retrocedía ante ninguna dificultad, sobre todo teniendo una ayuda tan adicta como la de los habitantes de la isla de El Hierro.
René Verneau, Cinco años de estancia en las Islas Canarias (1891)
Traducción de José Antonio Delgado Luis