Pozo de Sabinosa
Dejando que los hombres acabaran de recoger, partimos a las ocho y media de la mañana colina abajo hacia el manantial de aguas medicinales que hay cerca del mar. Un sendero de lava, de picón, conduce hasta un pozo, rodeado por cuatro piedras planas que forman un cuadrado de unos dos pies de alto. A unos cinco pies de distancia hay un banco de piedra desde donde ajan unos escalones hasta el pozo. Un pequeño risco se eleva por encima y detrás, ocultando el pozo totalmente por el lado de tierra y ofreciendo un agradable refugio de sol. En este momento hay un buey, una vaca y un ternero escondidos en las oquedades del risco que espantan tranquilamente las moscas de sus costados. Un hombre con pantalones de tela artesanal, una gorra y una camisa bien remendada, dejó caer una vieja lata oxidada atada con una cuerda para sacar un poco de agua, y así la probamos. Estaba algo tibia y tenía un ligero sabor a azufre. Medimos y descubrimos que la profundidad era de treinta y cuatro pies desde la superficie hasta el agua.
Lo curioso de este pozo o manantial es que se encuentra bajo el nivel del mar. El río de lava, que sin duda surgió del volcán donde ahora se encuentra Sabinosa, y por el que bajamos hasta el pozo, penetra en el mar formando una punta agreste, justo debajo de nosotros. Las rocas son afiladas y empinadas y el mar rompe debajo, a algunas yardas de distancia. La famosa Punta de la Dehesa parece un lugar imponente e interesante visto desde el pozo. Un poco más arriba hay unas casetas donde se alojan, cuando están aquí, los que vienen a tomar baños o a beber agua. Dicen que es buena para las enfermedades de la piel. El hombre que sacó el agua llevaba un palo, o lanza, con el que brincaba o saltaba, sin molestarse en seguir el sendero sino pasando por encima de las rocas.
Olivia Stone, Tenerife y sus seis satélites (1887)
Traducción de Juan Amador Bedford