Fonda de La Gomera
Estábamos listos para desayunar cuando terminamos de explorar la iglesia. La fonda resultó buena en cuanto a la comida, aunque las habitaciones eran muy pobres. Había huevos fritos, carne asada, pescado, higos, peras e higos picos, pan y miel, chocolate con leche y un dulce de almendras y azúcar. El pan, como dos bolas del tamaño de un puño unidas, y el chocolate eran los mejores que habíamos probado, ambos constituían la especialidad de la buena patrona.
El comedor, como de costumbre, era frío y sin alfombra, una mesa y unos taburetes eran sus únicos muebles. La puerta -no tenía ventanas- daba al balcón, que era pequeño y estrecho, sobre un diminuto patio. Las paredes y columnas están adornadas con enredaderas que cuelgan, festoneadas, sobre la pila de agua en la que ahora mismo hay un gato sentado. Revolotean por doquier palomas blancas, hay pájaros canarios en jaulas en el balcón y, abajo en el patio, hay una cabra que provee al establecimiento con su leche. A pesar de las escaleras desvencijadas, los tablones rotos y lo reducido de su interior, en conjunto, la fonda es pintoresca y atractiva.
Olivia Stone, Tenerife y sus seis satélites (1887)
Traducción de Juan Amador Bedford