Los entierros
Solamente me quedaba por ver el cementerio e hice esa triste visita por la tarde, acompañando a la madre de nuestro anfitrión a su última morada. En toda Canarias, a causa del clima, no se guarda mucho tiempo a los muertos. Se les entierra al día siguiente de su defunción. Generalmente la ceremonia se realiza al atardecer, a la luz de las farolas. Cuando se trata de una persona rica, una banda de música la acompaña al cementerio. Esa procesión, que avanza lentamente a través de las calles de la ciudad, forma un espectáculo sorprendente. Las mujeres no acompañan nunca el cortejo fúnebre.
En La Gomera no existen, que yo sepa, bandas de música. Además, los entierros se hacen durante el día. Llegamos al cementerio en el momento en que hacía más calor y esperamos allí hasta que se hubo abierto la fosa. Esto se hizo con rapidez. Se abrió un hueco suficiente para recibir el ataúd, que se recubrió con unas paletadas de tierra.
Quizá el cementerio de San Sebastián sea el lugar más fértil de la localidad. Las muertes no son muy frecuentes y, por consiguiente, el suelo, raramente removido, se halla invadido por toda clase de plantas. Nada señala las sepulturas. Una media docena de tumbas coronadas con pequeñas cruces de madera son la excepción.
René Verneau, Cinco años de estancia en las Islas Canarias (1891)
Traducción de José Antonio Delgado Luis