Miedo a las epidemias
“Habiendo conseguido alcanzar la isla de La Gomera, una de las Canarias, que es la única que tiene un puerto donde se puede fondear en esta época del año y hacer aguada cómodamente, el señor De la Rigaudière envió a tierra al señor de Coigny, alférez de navío que desempeñaba el cargo de oficial mayor de la escuadra, para solicitar al señor gobernador que nos permitiese hacer aguada. Pero por más que rogó no solo el gobernador no quiso acceder a su demanda, sino que ni siquiera quiso hablar con él ni comparecer. Se contentó con hacerle saber que tenía prohibido, bajo pena de muerte, dejar atracar en su isla a ningún navío francés, por miedo al contagio. Y a pesar de que se le hizo saber que veníamos de poniente y que estábamos provistos de pasaportes sanitarios, no quiso permitirle poner pie en tierra.”
André Brue, enero de 1723
“Zarpamos en cuanto amaneció; pusimos rumbo hacia la isla de La Gomera y sobre las cuatro de la tarde fondeamos, pero no bajamos a tierra. […] Esta aldea está situada en un pequeño valle con bastante pendiente rodeado de altas montañas. La rada, que está al este, es amplia y con capacidad para varios navíos, estando protegida de los vientos, excepto de los del sur y del sureste. Había pocos habitantes y creí que estaban en el campo. Pregunté al lugareño con quien habíamos comido si se estaba vendimiando en la isla y la gente había ido para allá. Me respondió que las fiebres, enfermedad habitual de la isla, se habían llevado en menos de tres meses a más de la mitad de la población, que todavía las fiebres estaban causando grandes estragos, que toda su familia se había visto afectada y que se disponía a marcharse a la isla de Tenerife, donde el aire es mucho más puro.”
Louis Feuillée, agosto de 1724
Traducción de las autoras de Viajeros franceses a las Islas Canarias