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Imagen de la semana 19 de junio de 2009

© Proyecto Humboldt. Cedido para su digitalización por la Niedersächsische Staats- und Universitätsbibliothek Göttingen, de diapositivas del Kreuzberg Museum.

Santa Cruz de Tenerife desde el mar, 1826

Fuente bibliográfica: "Vues et paysages des régions équinoxiales, recueillis dans un voyage autour du monde, par Louis Choris, avec une introduction et un texte explicatif." (Choris, Louis, 1826)

El 27 de octubre de 1815, pasado el mediodía, Louis Choris, a bordo del bergantín Rurik, avistó por primera vez el Teide a más de 100 millas de distancia. En la parte de su libro que dedicó a la llegada a Tenerife, afirma que el Pico del Teide podía verse mejor desde una extraordinaria distancia durante los meses de enero y febrero, estando el cielo ligeramente cubierto y poco después de una lluvia abundante, en tanto que con el tiempo cálido y seco de los meses de julio y agosto se hacía más difícil distinguirlo desde tan lejos. Años antes, Alexander von Humboldt explicaba que el Pico refleja mucha luz a causa del color blanquecino de la piedra pómez expulsada por el cráter. Esa luz proyectada por la roca se vuelve de un blanco intenso cuando llueve.
Santa Cruz de Tenerife era la primera escala para los veintisiete hombres de la expedición rusa comandada por Otto von Kotzebue. Aún no sabían que el viaje iba a durar tres largos años en el intento de hallar un paso geográfico que uniera el Pacífico y el Atlántico en el noroeste del Globo. Encontrar un paso oculto en el hielo era una empresa difícil, pero en aquella época no había nación europea que no codiciara sacarle partido a tal descubrimiento, pues suponía la posibilidad de trazar rutas marítimas más rápidas entre los territorios del norte y, por tanto, de desarrollar el comercio y controlar las transacciones por mar. El esfuerzo empleado en esa tentativa fue infructuoso, pero, por contra, la vuelta al mundo en el Rurik les permitió a aquellos naturalistas conocer y dar cuenta de la naturaleza de territorios nuevos o poco conocidos para la civilización europea. Louis Choris, que por entonces contaba apenas 20 años, dejó constancia de su maestría artística en unas imágenes de reconocida calidad.

Texto: Masu Rodríguez