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Imagen de la semana 12 de marzo de 2010

© Proyecto Humboldt. Cedido para su digitalización por el Jardín de Aclimatación de La Orotava

Árboles y vírgenes

Fuente bibliográfica: "Histoire naturelle des îles Canaries I, 2. Les Miscellanées Canariennes. Planches." (Barker Webb, Phillip, 1839)

A finales de mayo de 1830 Sabino Berthelot y Philip Barker Webb llegaron a La Palma con la intención de explorar la isla. Antes de emprender el camino de ascenso a la caldera de Taburiente hicieron parada en El Paso, en cuyas cercanías supieron que había un pino santo. A Berthelot le pareció que podía tener más de 300 años. No se sorprendieron al ver tal capilla viva: la talla de una virgen incrustada en el tronco, porque ya sabían de la de Teror, en Gran Canaria, y sospechaban que debía haber no pocos de esos pinos venerados por todo el archipiélago.

El culto cristiano a las vírgenes que aparecían milagrosamente en los pinos canarios de mayor porte y altura se extendió por las islas ya desde los primeros años de la conquista castellana. En Gran Canaria fue incluso uno de los propios conquistadores, Juan de Frías -también era obispo-, quien en 1483 tuvo el impulso de trepar por las ramas de uno inmenso que crecía en Teror y allí, entre la espesura del ramaje, encontró milagrosamente una virgen -llamada, a partir de ese mismo momento, Virgen del Pino- que inmediatamente presentó a su comitiva. Hoy en día podemos localizar en Canarias numerosos lugares con el topónimo Pino Santo: tienen el mismo origen.

Berthelot vio ventajoso el hecho de que algunos de los ejemplares más antiguos de Pinus canariensis fueran tocados por la fervorosa protección y respeto que ofrecía el culto religioso: por un lado, sabía que el hombre destruye en un instante esos gigantes que la naturaleza tarda tanto en formar; por otro, creía que el sentimiento religioso era el único capaz de prolongar la vida de esos viejos árboles, como la de los antiguos monumentos, más allá de todas las previsiones. Además, aprovechó la documentación histórica al hilo de la santificación de esos pinos para estudiar su situación altitudinal y sacar conclusiones sobre la distribución de los bosques piníferos canarios en la época de la conquista.

Texto: Masu Rodríguez