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Imagen de la semana 8 de octubre de 2010

© Proyecto Humboldt. Cedido para su digitalización por la Niedersächsische Staats- und Universitätsbibliothek Göttingen, de diapositivas del Kreuzberg Museum

La danza de los nativos

Fuente bibliográfica: "Voyage pittoresque autour du monde, avec des portraits de sauvages d'Amérique. d'Asie, d'Afrique, et des îles du Grand Ocean" (Choris, Louis, 1822)


    Cuando el dibujante Louis Choris y sus compañeros de expedición llegaron a las islas Hawai en 1815, los indígenas ya estaban acostumbrados a la visita de los extranjeros, sobre todo comerciantes que llegaban de Estados Unidos, pero también europeos ávidos por explorar su territorio. De las danzas de bienvenida con que los nativos obsequiaban a los viajeros hay abundantes descripciones en los libros de viajes.

    Las mujeres de Hawai bailaban por diversión en grupos muy numerosos, pero los hombres sólo lo hacían formando trío ante un círculo de espectadores. Se les consideraba bailarines de profesión y se hacían pagar por sus danzas. Los escudos formaban parte de la indumentaria para el baile. Eran ligeros, estaban cubiertos de plumas de gallo y de otras aves, y en sus empuñaduras colgaban una calabaza pequeña llena de guijarros que agitaban rítmicamente al son de la danza. Los danzarines llevaban en brazos y piernas sartas de dientes para que también sonaran al moverse. Los músicos que acompañaban el baile llevaban en el mano izquierda una calabaza vacía que levantaban suavemente en el aire antes de dejarla caer al suelo, mientras, con la mano derecha, golpeaban un tambor pequeño hecho con cáscaras de coco y recubierto con piel de tiburón.

    Cuenta Choris que a menudo, al terminar los bailarines su actuación, los espectadores les pedían a gritos que danzaran como los extranjeros. Entonces comenzaban a dar saltos y cabriolas y a simular los pasos de vals, y los nativos se morían de risa.

Texto: Masu Rodríguez