Imagen de la semana 31 de diciembre de 2010
© Proyecto Turismo, Ciencia y Salud. Cedido para su digitalización por Antonio Santana Santana
El Puerto de la Cruz desde el Taoro, 1907
En 1907, año en el que se tomó esta fotografía del Puerto de la Cruz, los turistas que se alojaban en el Hotel Taoro (inaugurado en 1890) solían bajar al menos una vez al día hasta el pueblo. Era un paseo agradable incluso en días calurosos. La brisa del noreste acompañaba al caminante durante todo el descenso, los eucaliptos ofrecían, en los bordes de la carretera, zonas de sombra que invitaban al descanso y al disfrute de la vista del mar y de los cipreses que coronaban los acantilados de La Paz.
Según Margaret d’Este (autora de esta fotografía), el Puerto era, por entonces, un pueblo pequeño y silencioso. La hierba crecía entre los adoquines de las calles. La plaza era un sitio tranquilo y poco concurrido. Dice d’Este que lo más probable era encontrar allí, bajo los enormes árboles, sólo a una señorita sentada en una silla plegable, rodeada de niños que la observan mientras ella pinta en un cuaderno algún viejo balcón de los alrededores.
Como a tantos otros extranjeros de visita (Charles Piazzi Smyth, Olivia Stone, Elisabeth Burton) en el Valle de La Orotava, a Margaret d’Este también le resultaba inquietante la atención que se prestaba a los transeúntes a través de los postigos de las casas. Se elevaban y cerraban tan rápida y veladamente desde el interior de los hogares, que desde fuera no había oportunidad de saludar o distinguir siquiera quién se escondía detrás. En aquellas calles, desiertas y silenciosas durante tantas horas del día, el sonido hueco de los postigos anunciaba una presencia constante de miradas ávidas y curiosas.
Texto: Masu Rodríguez