Fiebre amarilla
Pocas islas están tan bien situadas para cultivar la barilla como Lanzarote, pues tiene tan poca altitud que los vientos del noreste atraviesan la mayor parte de su superficie y la cubren con la espuma de las olas de mar. Esta espuma salada es tan dañina para el follaje de los árboles que no se ve ninguno en toda la isla, excepto algunos que crecen en la parte protegida del suroeste. Las hojas de la Mesembryanthemum, al contrario, se apoderan de la sal, la descomponen y absorben la sosa, pura y sin cloro. Esta descomposición se hace por las hojas y no por la raíces. Es necesario, pues, que el cloro se disperse en la atmósfera, ya que no se lo encuentra ni en la tierra ni en ninguna parte de la planta. Casi inevitablemente, este notable fenómeno debería comprometernos a relacionarlo con otro que todavía estaba muy presente en la memoria de sus habitantes.
A comienzos de este siglo, mientras la fiebre amarilla causaba horribles estragos en Santa Cruz, La Orotava y Canaria, en Lanzarote no se sufría esta enfermedad, aunque en ningún momento se interrumpiera la comunicación. En esta isla no sentían miedo, pues hacía mucho tiempo que tenía la reputación de que nunca había sido alcanzada por una enfermedad contagiosa. La materia que desarrolla la fiebre amarilla tiene una cierta gravedad. En los climas cálidos existen una infinidad de pequeñas partículas sólidas que flotan constantemente en el aire y le quitan su transparencia; estas partículas no se elevan mucho sobre el suelo y desaparecen por completo a poca altura. La materia que provoca la fiebre amarilla es, casi sin ninguna duda, de una naturaleza análoga; no es un gas sino una substancia sólida, separada en partículas muy pequeñas que se distribuyen de forma muy desigual en la atmósfera, de manera que pueden ser transportadas a distancias muy grandes y llevar consigo la enfermedad, mientras que los lugares cercanos no la reciben y pueden quedar libres de contagio; pero estas partículas dañinas no ascienden a una gran altitud. El gobernador de La Orotava, al que un accidente le impidió abandonar su casa de campo –situada casi en la misma ciudad aunque a una altura perpendicular de 200 pies–, permaneció en ella con su familia sin que fueran atacados por la enfermedad; todo el mundo se sentía completamente seguro cuando se encontraban a 400 pies de altitud. Es probable que esa altura cambie según el grado de intensidad de la temperatura. ¿No será posible que en Lanzarote el cloro se apodere de los miasmas, de las partículas contagiosas que transportan la infección y que las destruya? Y si esto ocurre y se cultiva la Mesembryanthemum en las costas, ¿no sería un excelente medio para preservarlas de la fiebre amarilla y en general de los contagios, o al menos purificar el aire normalmente tan malsano de esas comarcas? Quizás este medio sería u gran beneficio, sobre todo cuando el viento marino transportaría hacia el interior de las tierrasel cloro desarrollado en las costas.
Descripción Física de las Islas Canarias, 1999, traducido por Jose A. Delgado Luis. p. 33, Einleitung, Physicalische Beschreibung der Canarischen Inseln, Leopold von Buch, Berlín, 1825.
Preguntas
- ¿Por qué considera von Buch que Lanzarote es la isla mejor situada para cultivar la barilla (Mesembryanthemum)?
- ¿Cómo es la materia que provoca la fiebre amarilla según von Buch? ¿Sabes cómo se propaga esa enfermedad en realidad?
- Según las conjeturas de von Buch, ¿cuál podría ser el motivo que hace que no se den casos de fiebre amarilla en Lanzarote?