Proyecto Bachillerato

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

La Física de Aristóteles (V): el Tiempo

Aristóteles piensa el tiempo conectándolo con el espacio y el movimiento, tres magnitudes que considera continuas. El ahora, el antes y el después son los conceptos con los que intenta precisar el ser del tiempo y su función como medida. Una especie de tiempo cósmico, propios de los astros eternos, alberga el tiempo de los seres perecederos. Y fuera del tiempo se halla lo intemporal, aquello que es imposible que se dé en él.

1. Las dificultades del tema

Aristóteles y Platón según Rafael en "La escuela de Atenas" (1512-14) Aristóteles y Platón según Rafael en "La escuela de Atenas" (1512-14) Cosmos aristotélico con las ocho esferas rodeando a la Tierra Cosmos aristotélico con las ocho esferas rodeando a la Tierra Reloj solar del Templo de Apollo en Pompeya (s. II a.n.e.) Reloj solar del Templo de Apollo en Pompeya (s. II a.n.e.)

El tiempo, dice Aristóteles, tiene una extraña forma de ser, porque una parte de él ya ha sido y no es, mientras que otra parte aún no ha sido y está por ser. Pasado y futuro conforman el tiempo, tanto si lo consideramos una totalidad ilimitada como si lo vemos en forma de tiempo cíclico. De modo que el tiempo así pensado parece más bien una forma de no ser que una forma de ser.

El tiempo, dice Aristóteles, tiene una extraña forma de ser, porque una parte de él ya ha sido y no es, mientras que otra parte aún no ha sido y está por ser. Pasado y futuro conforman el tiempo, tanto si lo consideramos una totalidad ilimitada como si lo vemos en forma de tiempo cíclico. De modo que el tiempo así pensado parece más bien una forma de no ser que una forma de ser.

El presente es lo único del tiempo que parece que sí es, pero el presente no es una parte del tiempo, sino el límite entre el pasado y el futuro. El ahora no tiene duración, al igual que el punto no tiene magnitud. Por eso mismo el ahora no es un intervalo de tiempo, ni una parte del tiempo. El tiempo no es una sucesión continua de ahoras definidos, al igual que la línea no es una sucesión continua de puntos definidos. Y como no hay un ahora que sea el siguiente de otro ahora, porque en cualquier intervalo de tiempo, por mínimo que sea, hay un número ilimitado de ahoras, tampoco se puede considerar que el tiempo sea la unión de un conjunto sucesivo de intervalos indivisibles de tiempo.

Tampoco es fácil, dice Aristóteles, ver si el ahora es siempre el mismo o es siempre distinto. En este segundo caso ¿cómo podríamos pensar la manera en que el ahora deja de ser? ¿Acaso deja de ser en sí mismo? Porque si necesitara tiempo para dejar de ser estaría siendo simultáneo con el conjunto ilimitado de ahoras existentes entre su ser y su ya no ser. ¿Cómo podríamos pensar, en el primer caso, que el ahora sea siempre el mismo, dado que podemos determinar tiempos limitados mediante dos ahoras, inicial y final, que no pueden ser el mismo? Y si pensáramos el ahora como siendo siempre el mismo estaríamos haciendo simultáneos los sucesos de los ahoras pasados y los del ahora presente.

2. Opiniones de autores anteriores

Poco de valor se ha dicho sobre el tiempo, juzga Aristóteles. Algunos sostuvieron que es el movimiento del universo en cuanto Todo. Esto parece ser una referencia a la definición que dio Platón del tiempo como imagen móvil de la eternidad. Pero, critica su discípulo, cualquier parte del movimiento circular del universo es ya tiempo, sin tener que completar el ciclo; y además, si existieran múltiples mundos tendría que haber múltiples tiempos, a la vez distintos y simultáneos, lo que es absurdo.

Otros opinaron que el tiempo es la esfera del universo, porque todo está a la vez en el tiempo y en la esfera. Esto parece referirse a la doctrina pitagórica de que al cabo de mucho tiempo se va repitiendo la misma posición relativa de todos los astros en el espacio, ciclo de los eones del tiempo universal. A Aristóteles esto le parece una posición ingenua porque tiempo y movimiento no son equivalentes: hay tiempo no sólo para lo que se mueve, sino también para lo que reposa; además, el movimiento puede ser más o menos rápido o lento, no así el tiempo.

3. Relación del tiempo con el espacio y el movimiento

Aristóteles constata que el tiempo no es un movimiento, pero que no hay tiempo sin movimiento, pues ambos se perciben juntos: si algo se ha movido es que algún tiempo ha pasado, si algo ha pasado es que algún movimiento se ha producido. El movimiento se da siempre en el espacio, desde un punto hacia otro punto; la continuidad del espacio le da continuidad al movimiento. En el espacio hay un antes –la posición desde donde se mueve el móvil- y un después –la posición hasta donde se mueve; en consecuencia, también en el movimiento hay un antes y un después. Y del mismo modo hay un antes y un después en el tiempo, porque el tiempo siempre se da en el movimiento. Por tanto, el antes y el después son puntos que determinan una magnitud espacial, son origen y fin de un movimiento y son los ahoras que cuantifican un tiempo. Queda establecida así una sólida analogía entre espacio, movimiento y tiempo, magnitudes continuas.

La definición aristotélica del tiempo es: número (o sea, cuantificación) del tiempo según el antes y el después. El tiempo es cuantificable, pero no es el cuantificador. Tal como el movimiento va siendo siempre distinto en su ocurrir, así también el tiempo va siendo siempre distinto en su transcurrir. Desde un punto de vista el ahora es la realidad del tiempo, la apariencia y presencia del siempre; desde otro punto de vista, el ahora es la medida del tiempo, como principio -el antes- y como final -el después. Y tal como la fluxión del punto le da continuidad al espacio, el flujo del ahora le da continuidad al tiempo; en cambio, lo que le da continuidad al movimiento es la unidad del móvil, no su trayectoria. En definitiva, el ahora no es tiempo, sino un límite en el tiempo, o sea, un accidente del tiempo; pero también es lo que numera al tiempo, lo que lo cuantifica.

4. Características del tiempo

A continuación Aristóteles expone algunas de las características del tiempo, ya mencionadas en sus razonamientos anteriores o que se deducen de lo expuesto.

  • No hay una unidad mínima de tiempo, al igual que no la hay de espacio.
  • Un tiempo puede ser breve o duradero, pero no rápido o lento.
  • El tiempo es simultáneo en todas partes, pero cada tiempo anterior es distinto del posterior.
  • El tiempo es cuantificable, pero no es lo que cuantifica.
  • Cualquier intervalo de tiempo cuantificado puede repetirse en tanto cantidad: un año, un otoño.
  • Al igual que medimos el movimiento por el tiempo, también podemos medir el tiempo mediante el movimiento, lo cual es posible porque todo movimiento se da en el espacio. Del mismo modo también medimos un movimiento por el espacio y podemos medir un espacio por el movimiento.

5. Ser en el tiempo

Así como el tiempo mide el movimiento, todo lo que es en el tiempo, todo lo que existe como temporal, es medido por el tiempo. El ahora, el antes y el después son en el tiempo. Y puesto que el tiempo es cuantificable todo lo que existe en el tiempo es cuantificable. Pero que algo sea en el tiempo no implica que ese algo exista mientras exista el tiempo, sino sólo que mientras existe está en el tiempo. Aristóteles admite la existencia de un tiempo mayor que el de las cosas temporales, en el que estas se hallan contenidas.

Ser en el tiempo implica también ser afectado por el tiempo, que es destructivo, por estar ligado al movimiento, que cambia lo que existe. Por tanto, lo que es eterno no es en el tiempo, su ser no es medido por el tiempo, que no le afecta.

Dado que el tiempo mide el movimiento también mide el reposo, ya que todo reposo es en el tiempo; no todo lo que existe en el tiempo tiene que estar en movimiento. Lo que está en reposo es medido por el tiempo en tanto es cuantificable. Lo que no existe ni en movimiento ni en reposo tampoco existe en el tiempo. Así pues, Aristóteles considera evidente que lo que no es tampoco es en el tiempo.

Puesto que todo lo mensurable por el tiempo ha de estar en movimiento o en reposo, todo aquello que es generable o destruible existe en el tiempo. Del mismo modo aquello que a veces es y a veces no es también existe en el tiempo. O sea, que tanto lo que nace y perece como lo que existe de modo intermitente es temporal. Las cosas que fueron y serán, así como las que ahora son, están contenidas en el tiempo. Pero también hay aquello que no puede ser, ni haber sido, ni llegar a ser (como la conmensurabilidad de una diagonal con su cuadrado) y, por tanto, no existe en el tiempo. Lo contrario de todo lo que no es en el tiempo es susceptible de ser generado y destruido.

Actividades

  1. Exponer los razonamientos de Aristóteles acerca de si el tiempo es o no es.
  2. Señalas semejanzas y diferencias entre las dos visiones del tiempo: como totalidad y como ciclo.
  3. Explicar la analogía aristotélica de la línea y el punto con el tiempo y el ahora.
  4. Razonar por qué el ahora parece a la vez que es siempre el mismo y que siempre es distinto.
  5. Relacionar la definición que Platón da del tiempo con los fundamentos de su filosofía, como la teoría de las ideas.
  6. Exponer la mutua implicación entre tiempo y movimiento.
  7. Relacionar el “antes” y el “después” con el tiempo, el espacio y el movimiento.
  8. Explicar por qué y cómo Aristóteles relaciona el tiempo con el número.
  9. Razonar la opinión sobre si para Aristóteles se puede generar algo eterno.
  10. Poner ejemplos de entes que no son en el tiempo: una sustancia, una cualidad, una cantidad, una relación.

Para saber más

  • "Aristóteles: la Físisca", en Historia de la Geometría Griega, Hernández. González, Miguel. Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, 1992. (PDF)
  • Física, Aristóteles, Ed. Gredos; véase la introducción de G. de Echandía.
  • Aristóteles, W. D. Ross, Ed. Charcas; véase el capítulo III.
  • Historia de la Ciencia, Alistair Crombie, Ed. Alianza, tomo I, cap. 3 * Los inicios de la ciencia occidental, David Lindberg, Ed. Paidós, véase cap. 3
  • El mundo físico de los griegos, Samuel Sambursky, Ed. Alianza.