La Ilustración Española, definida por algunos autores como compleja y hasta cierto punto contradictoria, hubo de evitar el enfrentamiento con la Iglesia Católica y, en concreto, con su instrumento de control ideológico y moral, la Inquisición. Esta situación le llevó a armonizar las ideas ilustradas con el Cristianismo. Los ilustrados eran una reducida minoría formada por nobles, clérigos, altos funcionarios y miembros de las profesiones liberales.
Durante el reinado de Carlos IV (1788-1808) se pone fin al reformismo borbónico al considerar responsable a la Ilustración y a las reformas llevadas a cabo bajo su inspiración de los acontecimientos revolucionarios originados en Francia, decretándose el cierre de las fronteras con ese país para evitar un contagio subversivo que alterase el orden establecido. De hecho, las reformas de los gobiernos ilustrados no solucionaron los problemas sociales de las capas más humildes, ni modificaron la estructura de la propiedad, y mucho menos pusieron fin al atraso científico y técnico del país. Todas estas circunstancias contribuyeron decisivamente al inicio de la crisis del Antiguo Régimen en España.