La época aparece, así, dominada por el auge de las ciencias físicas, cuyo objetivo último no es otro que la extensión del marco explicativo de la mecánica a ámbitos como el calor, la luz, la electricidad y el magnetismo.
Esta extensión exigirá expresar los conceptos centrales de estas ciencias en lenguaje matemático, alcanzándose, al concluir el siglo, un elevado grado de unificación conceptual y lingüística en campos inicialmente dispersos.
También, y en virtud de la generalización del método experimental, adquirirán estatuto científico la química o la biología, disciplinas que, a partir de ese momento, van a jugar un papel crucial en el desarrollo global de la ciencia.