Muchos son, pues, los logros de este periodo, pero, sin duda, el hito más relevante es el que tiene como núcleo central el tema del tiempo. Así, del mismo modo que la Revolución Científica supuso la transición desde un Cosmos cerrado a un Universo abierto, con la consiguiente dilatación del espacio y el cambio del lugar en el que el hombre aparece ubicado, durante el siglo XIX se adquirirá una percepción nueva sobre la antigüedad del Universo y sobre el momento en que apareció el hombre sobre la Tierra. La escala temporal sufrirá un proceso de dilatación espectacular, y ello permitirá encarar el problema de la génesis de los seres vivos desde una óptica nueva y profundamente revolucionaria, cuyas repercusiones sobre la posición del hombre en la naturaleza tendrán un alcance hasta entonces insospechado. Será, efectivamente, el evolucionismo la noción más importante del período al construirse sobre ella un paradigma que hace posible una interpretación científica y coherente del surgimiento y transformaciones de los seres vivos en general, y de los humanos en particular. Se producirá así un cambio sustancial de perspectiva que sólo tiene como precedente a la Revolución Copernicana.
La visión evolucionista del mundo de lo vivo tendrá, por otra parte, su complemento en las especulaciones que, sobre los orígenes del Sistema Solar y sobre la misma Tierra, arrancan en Kant y van perfilando lo que más tarde se conocerá como hipótesis nebular en Laplace y Herschel.
La historia se instala, así, en todos los ámbitos del estudio del mundo natural.