Ya no basta con la consideración del medio natural como expresión de la providencia divina, de la que es buena prueba, por ejemplo, el dictamen de la Junta nombrada para informar sobre el proyecto de canal Tajo–Manzanares: Si Dios hubiera deseado que ambos ríos fueran navegables, con solo un fiat lo hubiese realizado, y sería atentatorio a los derechos de la Providencia superar lo que ella, por motivos inescrutables, había querido que quedase imperfecto; por el contrario, ahora se instala la convicción de que hay que actuar sobre él, modificándolo artificialmente, usando la ciencia de la mecánica, urdiendo tretas, dejando huellas de la acción del hombre.

Se emprende así un vasto programa que incluye: regular las avenidas de los ríos mediante la construcción de presas y embalses, salvar los obstáculos naturales a la comunicación mediante la construcción de puentes y rutas que facilitaban el tránsito de los montes, alumbrar y conducir aguas lejos de su nacimiento o de su recorrido facilitando la creación de regadíos en regiones de baja pluviosidad, construir canales que modificaban el curso de los ríos o conectaban cuencas fluviales permitiendo el transporte barato de mercancías o de hombres, mejorar los puertos y ensenadas naturales y construir otros nuevos para la navegación marítima, corregir el trazado de las costas creando playas artificiales que protegían los cimientos de las fortificaciones litorales, crear saltos que permitían aumentar la energía de las aguas y aprovecharlas para usos industriales, construir jardines que mejoraban el paisaje natural.

No es ajena a este programa de creación de territorio como algo distinto al simple espacio geofísico, sino, por el contrario, motor del mismo, la necesidad de articular los mercados nacionales en los que se materialice la creciente actividad comercial de una emergente burguesía; tarea, esta, imposible sin el establecimiento y desarrollo de redes de comunicación –terrestres, fluviales o marítimas– amplias y en condiciones.

Así, el informe que el marqués de la Ensenada presentaba a Fernando VI en 1751 es bastante explícito:

ReddeCaminos
No hay en Europa terreno más seco que el de España, y por consecuencia están expuestos sus naturales a padecer hambre por sus malas cosechas, ni tampoco Reino en que menos se haya ejercitado el arte para ocurrir a la precisión de socorrer unas provincias a otras, evitando la extracción de dinero a dominios extraños, pues no se ha procurado que sus vías sean navegables en lo posible, que haya canales para navegar y transportar, y que sus caminos sean cuales deben y pueden ser. Conozco que para hacer los ríos navegables y caminos son menester muchos años y muchos recursos; pero, Señor, lo que no se comienza no se acaba.

De similar tono son las recomendaciones que, adaptadas a las circunstancias concretas de cada país, se elevan a los gobiernos de las distintas naciones europeas y las acciones que en ellas se proponen.