El Jardín Botánico de La Orotava
Desde el exterior de la vieja tapia unos viejos dragos ya nos anuncian lo que nos espera en el interior. La organización es sencilla. El rectángulo alargado está dividido longitudinalmente en cuatro arriates por anchos caminos. Los bancales están marcados por árboles de altos troncos que forman hermosos paseos. Un gran estanque, en el que se cruzan los caminos, interrumpe la vista. La panorámica es preciosa. Copas de palmeras, de los tipos más variados, sobrepasan el tupido follaje de árboles extraños. Todas las formas del bosque tropical están aquí representadas en ejemplares adultos. Aunque en magnitud no pueden compararse con los de sus tierras de origen muestran lo que puede hacer una tierra sin inviernos.
[…] Entre los árboles con follaje, los más majestuosos son, quizá, los Ficus, con sus pesadas hojas de un verde muy oscuro y un brillo excelente, o un Artocarpus de múltiples hojas grandes, cuyos frutos parecidos a los higos, salen en gran cantidad de la raíz y de la corteza del grueso tronco. Muchos árboles frutales y de ornato, especialmente de las Antillas, pero también de otras zonas tropicales, están representados por imponentes ejemplares: los sombríos tamarindos, las Eritrinas, la canela de Ceilán, la Crescentia de grandes frutos, la Pomarrosa de hoja pequeña, el mango, el almendrón (Terminalia). De los altos arbustos y árboles que está en los arriates nos llama la atención el Pandanus candelabrum, dividido en múltiples coronas, y el oloroso Gran Pandanus, con raíces adventicias de muchos metros de altura.
[…] Al lado del esplendor de las plantas tropicales, lo más seductor, si cabe, son las numerosas rarezas de la flora canaria cuyos lugares silvestres están con frecuencia aislados e inaccesibles, por lo que la agrupación de esa gran cantidad de flora insular, tan bonita y extraña, es con mucho el mayor atractivo para el botánico, ya que son, casi sin excepción, plantas que en muchos casos sólo se encuentran en las Islas, a veces sólo en una de ellas, o incluso en un barranco o en un roque.
Hermann Christ, Un viaje a Canarias en primavera (1886)
Traducción de Karla Reimers Suárez y Ángel Rodríguez Hernández