Las edades del drago
Tal es la plancha que debemos al hábil lápiz del señor J. J. Williams, pintor paisajista que residió varios años en las Islas Canarias. En ella se representa al árbol centenario antes de la catástrofe que lo privó de una parte de su ramaje.Lo vemos, a continuación, mutilado por el huracán, pero prosiguiendo siempre el curso de su longevidad. Ya hemos descrito este vegetal gigantesco: su aspecto imponente y sus dimensiones colosales han sido la admiración de los naturalistas viajeros; en nuestras Misceláneas se puede leer la impresión que nos produjo este veterano del reino orgánico, cuando vivíamos en su vecindad.
Su tronco monstruoso medía más de dieciocho metros de perímetro. A esta enorme masa, que se fue acrecentando en el transcurrir de los siglos, se añade la expresión de una fuerza que se renueva sin cesar.
Solamente en el cabo de Buena Esperanza, en la isla Borbón y en la India pueden verse formas análogas a las del drago. En su primera juventud su aspecto encuentra un representante en la yuca americana. Cuando no se compara sino sus tallos y el haz de largas hojas agudas que los corona, el parecido de estas dos especies de familias tan opuestas es verdaderamente chocante.
El curioso aspecto del árbol que hemos representado al lado del gran drago, enfrente del que está adornado con sus panículos florales, se debe a circunstancias particulares en el desarrollo progresivo del tallo. Este árbol joven no ha florecido sino después de una gran cantidad de años y, por consiguiente, todo su crecimiento se ha limitado al alargamiento mediante la caída sucesiva de las hojas antiguas y la reproducción de las nuevas. Si hubiera comenzado a ramificarse a 4 o 5 metros del suelo cada nuevo brote floral habría dado lugar a una nueva bifurcación, por el nacimiento de brotes laterales y los vasos radiculares de esos mismos brotes, prolongándose desde su punto de partida hacia las raíces, habrían engrosado el diámetro de las ramas y del tronco. Pero en el caso que presentamos la Naturaleza no ha establecido, desde el principio, la misma proporción de crecimiento en longitud y en anchura. Durante largo tiempo el primer desarrollo ha dominado al segundo; el brote foliáceo originario ha hecho él solo todo el gasto de crecimiento, hasta que la aparición de un brote floral, en la cima del tallo, determinando la de los brotes laterales, ha dado origen a las primeras ramas.
Sabin Berthelot, Géographie Botanique (1840)
Traducción de Sergio Toledo Prats