Volcán de Chahorra
Tenerife
Este Chahorra es un magnífico ejemplar de volcán. Desde el punto culminante en que nos encontramos lo vemos alzarse, más allá del paisaje al oeste, que aparentemente está formado por innumerables cresterías de piedras de lava negra parecidas a aquellas que habíamos visto en abundancia al este, y de una pequeña llanura ligeramente coloreada donde hay una elevación en forma de domo. A través de su cubierta de piedra pómez se produjeron muchas expulsiones de lava roja y viscosa, que fluyó de forma similar a como lo hizo en Montaña Blanca. Muchos siglos pasaron en esas operaciones, mientras Chahorra, durante todo ese tiempo parecía conservar el inocente aspecto de ese cercano domo al oriente. Luego vino un período más violento, durante el que la corteza que lo cubría debió desaparecer, fragmentándose y creando así un enorme agujero. De él manó la lava líquida, como en el Kilauea de Mauna Loa, y podría ser que durante muchas eras posteriores semejara una caldera abierta llena de metal hirviente que llegaba casi hasta el borde. Luego el contenido se enfrió, se heló y así llenó el agujero hasta el nivel de su abertura superior. Tras muchos años, de nuevo la montaña sufriría terribles convulsiones, el material de relleno se quebraría y sería proyectado al espacio, bien en polvo o bien de nuevo fundido, en coladas de lava como las que vemos que se desbordaron por sus laderas.
[…] De aquí que si quisiéramos saber en lo que Montaña Blanca podría convertirse algún día no tendríamos más que mirar a Chahorra y pensar en una Montaña Blanca con un inmenso abismo en su cumbre, donde la lava al rojo se levanta y cae siguiendo los latidos del volcán.
Y si también deseáramos contemplar el futuro de Chahorra, que ya ha pasado su etapa Kilauea de caldera abierta y está comenzando a expulsar unos pocos ríos negros por encima de sus anteriores eyecciones, debemos mirar a La Rambleta. Allí, colada sobre colada y torrente sobre torrente de bloque de piedras negras y escoria han sido expulsados sin cesar durante siglos enteros.
Charles Piazzi Smyth, Tenerife: La experiencia de un astrónomo (1858)
Traducción de Emilio Abad Ripoll