Reclusión femenina
Sorprende ver la reclusión en que viven las hijas de la clase media. Cualquiera diría que son tan inmorales que han de ser cuidadosamente vigiladas. Sin embargo, no es ese el caso, ya que son excesivamente virtuosas. Es lo que queda de una vieja y obsoleta costumbre que cada familia quisiera romper, pero que teme ser la primera en hacerlo, por si la critican. Es absurdo afirmar que es saludable estar encerrada entre cuatro paredes de una casa y no salir nunca, excepto para ir a misa o para visitar una casa vecina. Esto es lo que roba a las mujeres españolas esa belleza por la que son tan famosas cuando jóvenes; esto es lo que da a las mujeres mayores esa expresión de resignada tristeza que es tan penoso observar. Una vejez contenta es algo digno de ver.
También se interfiere y se restringe la comunicación entre los sexos. ¿Cómo puede una mujer llegar a conocer a su futuro marido, si sólo lo ve en presencia de otras personas? Los jóvenes no pueden hablar libremente de lo que les atañe más íntimamente, en presencia de sus mayores. Cuanto más libre y menos restringida sea la comunicación entre los sexos, más fácilmente encontrarán las mujeres su lugar correcto, tanto antes como después del matrimonio. Además, como me dijo un caballero: “El que las mujeres estén encerradas no prueba su virtud, se demuestra mejor luchando en el mundo que estando encerradas entre cuatro paredes”. Es bien conocido que esta reclusión de las mujeres, semejante a un enclaustramiento, no podría impedir que una muchacha se portase mal si quisiera hacerlo. ¡Es absurdo decir que una muchacha no se puede atrever a salir de su propia puerta sola! Se ha logrado una ligera mejora en este sentido y, de hecho, se ha visto a dos muchachas salir solas de paseo ¡sin que hayan escapado con ninguno de los hombres con que se encontraron!
No hace falta decir que un paseo, aunque sólo esté poblado de incidentes triviales, ayuda más a conseguir una buena salud mental y corporal que el permanecer en el jardín o en la casa, donde el paisaje no cambia de una semana a otra. El chismorreo trivial tiende a surgir más entre las que no muestran interés por otra cosa que no sea su propia familia y que no participan en el mundo exterior, cambiando sus ideas y desechando sus trivialidades al enfrentarse con la visión de la vida -más amplia y más dura- que tiene el sexo fuerte. En general, aquellos países donde la libertad de comunicación entre solteros de ambos sexos es mayor son aquellos donde las mujeres resultan más virtuosas, tanto después del matrimonio como antes.
Olivia Stone, Tenerife y sus seis satélites (1887)
Traducción de Juan Amador Bedford