Falta de higiene y epidemias
Imagino que las costumbres de los habitantes de estas islas son las que hacen que cojan las epidemias con mucha facilidad, ya que no son de la opinión de que la limpieza está unida a la devoción, o, en todo caso, no actúan como si tuvieran esa opinión, mientras que, en cuanto a la higiene, incluso ningún canario podría explicar lo que esta palabra significa. Una vez, al intentar implantar el cultivo del tabaco cubano, introdujeron la fiebre amarilla; el cultivo no fue nada bien, pero la fiebre triunfó más allá de las peores expectativas. En 1811, fecha del último brote en Tenerife, esta epidemia se llevó la quinta parte de la población del Puerto de la Orotava. La última epidemia tuvo lugar en Gran Canaria en 1851, cuando un brote de cólera diezmó la isla. Sin embargo, ninguno de estos castigos ha hecho que la gente sea cuidadosa respecto a la pureza del agua que beben ni les ha llevado a abandonar la patriarcal costumbre de arrojar desechos de animales y vegetales a las calles, en las zonas más pobres de las ciudades.
En las aldeas del interior los campesinos parecen considerar los arroyos de las montañas, en cuyos bordes están sus casas, más como cloacas naturales y lugares de lavado que como un medio de abastecimiento de agua pura. A veces, tres o cuatro aldeas son regadas por un mismo arroyo y la gente que vive más cerca del mar tiene la ventaja de tener su agua potable impregnada con el jabón usado por las lavanderas y con todos los residuos e inmundicias de las aldeas de arriba. Pero a ellos no les preocupa, pues no saben el peligro que corren. Y es probable que no lleguen a ser más cultos durante bastante tiempo, ya que los sacerdotes saben muy bien que la ignorancia de los campesinos es el mejor seguro posible para conservar su influencia; y tienen mucho cuidado de proteger a sus fieles de cualquier conocimiento sobre descubrimientos científicos modernos, describiendo el cólera, la fiebre amarilla, el tifus y tales azotes como castigos enviados por una ofendida Divina Providencia, porque alguna ceremonia o rito ha sido descuidado u omitido.
Alfred Burton Ellis, West African Islands(1885)
Traducción de José Antonio Delgado Luis