La religión católica
La religión católica, en calidad de religión del Estado español, impera también en Canarias; sin embargo, aunque a ninguna otra confesión le está permitido el ejercicio de sus oficios religiosos, un extranjero no se encuentra con ningún tipo de hostilidad debido a sus creencias. Ahora bien, mientras que en las clases altas la falta de fe y el desprecio de todo lo sagrado llegan a ser excesivos, las clases bajas, por el contrario, se mantienen en una lamentable ignorancia en todo lo relativo a la religión. Saben simplemente que están obligados a ir a la iglesia para oír misa los domingos y determinados días de fiesta, que allí, en momentos concretos, deben repetir oraciones, ponerse de rodillas o golpearse el pecho, y que si han hecho todo esto han cumplido con sus deberes religiosos ese día.
[…] Poco apropiado resulta su comportamiento en la misa, de acuerdo con las estrictas ideas que tiene un protestante acerca de la santidad del lugar, sobre todo durante la celebración de los oficios divinos. Los hombres se apoyan contra las columnas y paredes de la iglesias y fuman, si bien subrepticiamente, su cigarro; las damas o bien se sientan en las sillas que sus criados les han puesto detrás o bien se acomodan en el suelo con las piernas cruzadas, mezcladas con las demás mujeres, cuchicheando de vez en cuando con sus vecinas. Además, turban a cada momento el recogimiento de la misa el ruido continuo de los que entran y salen y el corretear de los niños y los perros.
[…] Entre las fiestas más famosas de Tenerife están las que se celebran en Candelaria todos los años el 2 de febrero y el 15 de agosto, en honor de una imagen de la Virgen Santísima. […] Algunas penitencias de los peregrinos revelan un alto grado de fanatismo religioso y recuerdan las mortificaciones y los martirios de los primeros tiempos de la Iglesia cristiana. A veces se ve a mujeres con cirios encendidos en las manos que, de rodillas sobre el suelo de la playa cubierto de guijarros, se van arrastrando hacia la capilla, con lo que su camino queda señalado por un rastro de sangre. Algunos hombres hacen este mismo camino con los brazos levantados en cruz, de cada uno de los cuales cuelga una pesada araña de hierro. Otros hacen todo el recorrido de la peregrinación con los zapatos llenos de guisantes; pero todos vienen con ofrendas de velas de cera, dinero o joyas.
Francis Coleman Mac-Gregor, Las Islas Canarias (1831)
Traducción de José Juan Batista