Las escuelas
Entre las muchas escuelas de enseñanza primaria que el autor de este libro visitó en diferentes islas las había buenas y malas. Dondequiera que las autoridades civiles o el clero se interesaban suficientemente por la instrucción de la juventud y dondequiera que se disponía de maestros que obtuvieran unos ingreso mínimos se hacían relativamente grandes progresos, pues los niños españoles son vivos, fáciles de atraer y dotados de buena memoria. Pero por el contrario, este autor se ha topado también con escuelas que, sitas en localidades donde no faltaban los medios para pagar adecuadamente a los maestros, se hallaban en el estado más lamentable, padeciendo extrema necesidad los maestros.
En Arrecife de Lanzarote, donde vive mucha gente acomodada, el maestro percibe 50 pesos. De los numerosos niños del lugar solo 17 muchachos asisten a la escuela. A los alumnos desaplicados se les impone un castigo consistente en sostener largo rato piedras muy pesadas a pulso. En Teguise, la capital de esa misma isla, la escuela posee rentas de fincas por valor de 200 pesos para pagar al maestro. El Ayuntamiento estimó más oportuno asignar al maestro un sueldo fijo de 50 pesos, pero al llevar presuntamente dos años sin pagarle tal cantidad, el maestro, privado de su medio de subsistencia, cerró la escuela y se puso a trabajar de jornalero.
Julius von Minutoli, El pasado y el porvenir de las Islas Canarias (1854)
Traducción de José Juan Batista y Marcos Sarmiento