El trabajo agrícola
El trabajador canario es diligente, aunque si otro trabaja por él no desperdicia la oportunidad de divertirse y tampoco se esfuerza seriamente por hacer otro trabajo que no sea el que está acostumbrado a realizar. Bien sea eso consecuencia de la natural tendencia a la comodidad, bien lo sea de la desidia, esta indolencia existe y obra en menoscabo de la laboriosidad y la eficiencia, ya que la fuerza de trabajo se encuentra desigualmente repartida en las Islas y, mientras en algunas no se puede emplear, falta en otras en perjuicio de la agricultura.
También el extraordinario crecimiento del cultivo de tuneras para la cochinilla ha originado una gran transformación en la distribución de la fuerza de trabajo en aquellos lugares donde tal actividad económica ha sustituido a la barrilla. Pues antes los hombres estaban todo el día ocupados con el fatigoso trabajo de su fabricación, mientras que ahora solo tienen que plantar y regar las tuneras, labor que exige poco tiempo y esfuerzo; todos los demás trabajos, incluso matar la cochinilla, los realizan las mujeres que, bajo un sol abrasador, se pasan todo el día en cuclillas, con sus sombreros de palma de ala ancha y cubiertas completamente de ropa, en medio de las gruesa y espinosas pencas de las tuneras. Se las podría confundir con pagodas o espantajos, si no fuera porque sus manos, siempre en actividad, indican que se trata de un ser vivo. Estas mujeres, de frente sudorosa, agotadas por el esfuerzo y el trabajo, solo encuentran descanso en las tareas que les impone la casa: el cuidado del marido, los hijos y el hogar. Únicamente les queda libre la tarde del domingo, que aprovechan para coser, remendar y lavar la ropa de la familia, mientras intentan liberar las cabezas de los suyos de aquellos seres cuya fertilidad casi alcanza a la de la cochinilla.
La jornada de trabajo dura de sol a sol, quitando dos horas para el desayuno y el almuerzo, aunque con frecuencia se para solo una hora. El jornal consiste normalmente en un almud de trigo o maíz. […] Cuando se le da la comida el trabajador percibe solo la mitad del referido jornal. Las mujeres ganan la mitad que los hombres.
Julius von Minutoli, El pasado y el porvenir de las Islas Canarias (1854)
Traducción de José Juan Batista y Marcos Sarmiento