La casa campesina
Por lo que atañe a la vivienda de los habitantes del campo es tan sencilla como su alimentación. Viven en cabañas cuyos muros han sido levantados con cantos, lava o toba volcánica y sus techos cubiertos con cañas o tejas. Las viviendas de los más pobres constan frecuentemente de una única habitación, con unas separaciones de caña para las camas de los que duermen allí. Un cajón viejo, una maleta de piel de foca o, incluso, un tronco ahuecado contienen su escaso ajuar de vestidos y ropa blanca. Un par de cuadros de santos o una talla de madera de Cristo crucificado cuelgan de las sucias paredes. Los enseres de la casa son pocos; entre los indispensables está, además de la vajilla de cocina, un recipiente de agua de arcilla roja o bernegal, que los domingos y días de fiesta se adorna con ramas verdes, para mantener fresca el agua del interior. Un molino de mano, en un rincón de la habitación, es junto con aquel el principal legado que los antiguos guanches han dejado a los extranjeros que invadieron las Islas.
Francis Coleman Mac-Gregor, Las Islas Canarias, (1831)
Traducción de José Juan Batista
El mobiliario es de lo más simple. Una cama, compuesta de cuatro tablones que soportan un jergón, un cofre para guardar la ropa, una estera en el suelo, una jarra de agua, un tostador para el grano, un molinillo de mano, es casi todo su ajuar. Con frecuencia se encuentran grandes filtros de gres, puestos sobre un armazón que sirve de estantería y que contiene algunos platos de loza tosca adornada con flores, pero esta vajilla está allí de adorno y casi no se usa. Para amasar el gofio se usa una escudilla de madera o de barro hecha sin torno, como toda la cerámica del archipiélago. El algunas casas hay sillas de madera, pero apenas se ven mesas. Para comer todo el mundo se acurruca en la estera, alrededor del lebrillo, del que cada uno coge a su gusto.
René Verneau, Cinco años de estancia en las Islas Canarias,1891
Traducción de José Antonio Delgado Luis