La propiedad de la tierra
En Tenerife reina todavía el sistema de arrendamiento parcial. La propiedad está todavía, en su mayor parte, en manos de la vieja nobleza, que se aferra a ella con ahínco y casi nunca la vende, ni en momentos de necesidad, aunque se lo permita la reciente abolición del derecho de mayorazgo. Así resulta que la oportunidad de comprar una finca es muy rara. Hay interesados que han estado meses viajando por allí sin lograr la compra deseada. El amo es quien confía el cultivo de la tierra a un medianero, que le da la mitad de la cosecha como renta. Además, entre ambos existe, de hecho, la vieja relación del feudo rural, por la que el medianero está obligado a realizar diversos servicios y llama al amo “señorito”. Esta relación se deshace por aviso, de tal forma que el medianero recibe todavía la mitad de la cosecha del cultivo sembrado y labrado por él. Todavía hoy es válido lo que dijo Humboldt: “Los que cultivan la tierra no suelen ser los dueños de ella; el fruto de su trabajo pertenece a la nobleza y el sistema feudal, que durante tanto tiempo causó la desgracia de Europa, no deja aquí todavía que el pueblo prospere”.
La sencillez de las relaciones y la falta de oportunidad para hacer comparaciones con otros sistemas económicos suavizan la dureza de esta situación medieval. Pasará todavía mucho tiempo antes de que el isleño cuestione la situación rural. Su carácter pacífico le impedirá hacerlo, siguiendo el ejemplo de la verde isla del norte.
Hermann Christ, Un viaje a Canarias en primavera (1886)
Traducción de Karla Reimers Suárez y Ángel Rodríguez Hernández