Los dromedarios
Pueden llevar la carga de un caballo normal multiplicada dos veces y media y no resultan caros de mantener, pues se los utiliza en aquellos parajes en que la naturaleza del suelo se basta por sí sola para alimentarlos. Se les llama camellos en las Islas, donde se come su carne, que es muy correosa, asada con gofio. El macho no tolera ningún otro en el rebaño y en la época de celo es extraordinariamente fogoso, volviéndose a menudo peligroso para los pasajeros, e incluso para los camelleros. Encontrándose en tal estado infla, con ruido amenazador, una vejiga que tiene por encima de la lengua y que le sale colgando del hocico. Cuando ha llevado al suelo a su enemigo se arrodilla sobre él y lo aplasta con su poderoso esternón. Cuando es adulto cubre durante la noche a dos hembras y, a veces, una tercera al día siguiente. La gestación de los dromedarios lleva doce meses y su lactancia de uno a dos años.
El dromedario, cargado con diez o doce quintales y caminando sobre un sol ardiente bajo un suelo recalentado, no suda por ninguna otra parte como tras las orejas. La manera de domar estos animales es muy sencilla. Se le coge joven, se le ata las patas y se le vendan los ojos. Con una fusta y sin piedad lo golpea su futuro conductor por todas partes hasta dejarlo molido. Luego le quita de golpe la venda de los ojos, con lo que el dromedario ve a su conductor ante sí, blandiendo la fusta. Atemorizado de esta manera, el poderoso animal seguirá obedientemente a partir de entonces las órdenes del hombre, su amo y señor.
Francis Coleman Mac-Gregor, Las Islas Canarias (1831)
Traducción de José Juan Batista