Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Alfarería de La Atalaya

Sentada sobre el suelo con las piernas cruzadas, en el centro de la cueva, había una anciana. Delante tenía una piedra lisa, de alrededor de un pie y medio cuadrado, a un lado,  una masa informe gris y al otro, un cuenco de barro lleno de agua. La forma regular de las diversas vasijas, braseros y otros artículos de alfarería nos habían hecho suponer, aunque erróneamente, que habían sido hechos con un torno. […] Tomando un trozo de arcilla y humedeciéndolo, rápidamente lo amasó con las manos formando una bola y después, colocándola sobre la piedra, la extendió, presionándola, hasta darle forma de cuenco, haciéndola girar continuamente para mantener la forma circular. Después tomó un pequeño pedazo de arcilla y dándole forma oblonga, la enrolló por todo el borde del cuenco, aumentando así su altura. Este proceso se repitió una y otra vez hasta que la vasija era lo bastante grande, manteniendo la mano izquierda siempre dentro de ella para poder hacerla girar, y, cuando sentía que no tenía suficiente grosor en algún sitio, le añadía arcilla. Una sección que estaba doblada hacia afuera en la parte superior gradualmente tomó la forma del pico.

[…] Una vez que la vasija gris estuvo terminada la pusieron al sol a secar. Cuando están lo suficientemente duras, trazan rayas por afuera con una piedra lisa y oblonga. […] Es curioso observar que se han encontrado rayas exactamente iguales en las vasijas de los guanches, quienes sin duda hacían su alfarería de forma parecida. […] Los hornos son circulares, construidos con piedras y con los huecos entre ellas rellenados con barro, muy parecidos, aunque mayores, a los hornos de pan que se utilizan en todas las islas. […] En el horno colocan grandes piedras redondas que se usan para levantar por un lado las vasijas y los diferentes artículos para que el calor pueda alcanzar toda la superficie al mismo tiempo. El calor de estos hornos es enorme y no se puede uno acercar a menos de una yarda, más o menos, de las bocas, sin quemarse. Por lo tanto, cuando hay que mover las piezas, utilizan dos varas largas de pino para cambiar de sitio las piezas calientes en el horno y para sostenerlas. […]  Cuando las piezas están listas para vender, las mujeres llevan sobre sus cabezas grandes cestas llenas de cántaro, braseros y vasijas para tostar gofio y café, hasta Las Palmas, a unas cinco millas de distancia.

Olivia Stone, Tenerife y sus seis satélites (1887)

Traducción de Juan Amador Bedford