Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Noviazgos y bodas

Dibujo de Harold Lee, 1888 Dibujo de Harold Lee, 1888 Las bodas de las clases medias y bajas tienen lugar por la mañana temprano en la iglesia. La novia llega en un caballo, adornado con una mata de abigarrados colores, que el novio lleva humildemente de las riendas. Sin embargo, al domingo siguiente la relación ha cambiado visiblemente, pues el marido va a la iglesia montado a caballo y la joven esposa va sentada detrás de él, en la grupa. La celebración de la boda tiene lugar por la noche, con cantos y bailes; y los jóvenes del lugar tienen la costumbre de descargas las travesuras sobre los novios, si uno de ellos es viudo o está ya entrado en años. Las personas de la clase alta se casan por la noche en la casa paterna de la novia. Como el matrimonio es un sacramento para los católicos, el día de su enlace el novio y la novia están obligados a confesarse y recibir la absolución.

Francis Coleman Mac-Gregor, Las Islas Canarias,  (1831)

Traducción de José Juan Batista

En Tenerife, entre la gente noble, no se celebra sin más un noviazgo y enseguida la boda, como si sólo se tratara de un asunto personal que cada cual tiene la libertad de realizar según su gusto. ¡Ni soñarlo! En estos importantes actos transcendentales el isleño de buena familia tropieza con un montón de reglas. El novio ha de cortejar a la novia como en tiempos del héroe del romancero, el Cid Campeador. En el balcón estará sentada la novia. El novio no pisará la casa en ninguna circunstancia; con la guitarra, a la luz de la luna y las estrellas, se presenta ante la cerrada puerta de la calle y así dialoga con su elegida, que lo contempla desde arriba.

[…] Finalmente, quizá después de años, se consuma su destino. En secreto, sin proclamarlo, sin invitaciones, se casan en una iglesia oscura a una hora inverosímil, antes o después de la medianoche, ante los testigos estrictamente imprescindibles y desaparecen a caballo, en la oscuridad de la noche, rumbo a la quinta más alejada. Allí se quedan durante meses, de incógnito, y por fin, muy paulatinamente y aunque todos lo saben desde hace mucho se informa oficialmente de la novedad de la boda consumada a los amigos más íntimos, que envían múltiples regalos de exquisitas frutas, flores y dulces.

Hermann Christ, Un viaje a Canarias en primavera (1886)

Traducción de Karla Reimers Suárez y Ángel Rodríguez Hernández